Convendrán conmigo que si hay un deporte para verlo y disfrutarlo por televisión ese es el ciclismo. Un buen sillón y mucha atención para no dejarse vencer por el sueño en esa hora de la siesta y para ver detenidamente y con todo detalle lo que en vivo es un paso fugaz de lo que los periodistas deportivos han dando en llamar "la serpiente multicolor". Mucho tiempo de espera para no ver nada espectacular, salvo escuchar el suave sonido del rodar de los tubulares y el de las cadenas, al pedaleo de los esforzados de la ruta, otra frase también muy al uso en este deporte, y todo con un aroma a linimento. Lo primero reproducible en televisión, lo segundo en vivo.
Cada deporte tiene un ídolo que sirve de banderín de enganche. Los niños de mi época vivimos los últimos años deportivos de Fausto Coppi, "El Campionissimo". Todos anhelábamos una bicicleta no de paseo,sino que nuestros deseos iban más allá, queríamos emular las hazañas del ciclista italiano con una bicicleta de carreras con su manillar y cambios de piñón. No seguíamos las grandes vueltas por televisión. Un aparato de radio y la lectura en las paginas deportivas de los periódicos nos ponían al corriente de las aventuras y desventuras de los ciclistas. Sin solución de continuidad Federico Martín Bahamontes nos hizo vibrar durante muchas tardes de aquellos veranos, con el viento solano como fiel compañero de nuestras vidas. Supimos del Tourmalet, del Mont Ventoux, Alpe D´Huez y el Col de la Madelaine por la facilidad con que ascendía el "Águila de Toledo" y que lo llevó a ser durante varios años el Rey de la Montaña y el primer ganador español de un Tour. Un duro competidor con el que llegó a la enemistad personal fue el corredor vasco Jesús Loroño. Más cercano en el tiempo otro español, Miguel Indurain, paralizó a España en esas míticas etapas durante cinco Tour de los que fue indiscutible ganador.
No llegué a tener una bicicleta con su manillar curvo y con varios piñones. Una BH de paseo calmó mis inquietudes ciclistas y junto con otros amigos de la infancia con sus flamantes Orbea y GAC, olvidando los consejos de nuestros mayores, nos atrevíamos en iniciar una pequeña competición acercándonos a los pueblos limítrofes a Antequera. Esa pasión sobre las dos ruedas la pude llevar a la mesa, pues los Reyes Magos me trajeron un velodromo de juguete, con sus ciclistas de plástico pintados y maillots de vivos colores. La pista era de un cartón color asfalto y estaban unidos los diversos tramos con unos remaches. La pequeña mesa que soportaba la pista tenía un pequeño artilugio que hacía que el cartón se moviera poniendo en movimiento a los muñecos que se apoyaban sobre una pequeña peana. Lo recuerdo con cariño y con tristeza por no haberlo conservado, hoy sería quizás pieza para un museo del juguete.
Sí, comienza el espectáculo con la conmemoración del centenario de la prueba ciclista más famosa del mundo, el Tour de Francia. Durante tres semanas tendremos la oportunidad de disfrutar de la retransmisión y magnifica realización de la televisión francesa. No sólo veremos el desarrollo y desenlace de las etapas, fugas, demarrajes, sprints, escaladas sino también los paisajes de Francia, con sus castillos, bosques y ríos desde el Loire a los Pirineos, de la campiña y viñedos a los Alpes. Un gusto para la vista que bien merece perder ese tiempo de siesta.
En estos últimos días ha habido un pequeño debate sobre la conveniencia de que Perico Delgado comentara como años anteriores las incidencias de la vuelta. Los recortes hacían presagiar su ausencia ante los micrófonos, pero al final un esponsor privado sufragará los gastos, con lo que los amantes del ciclismo disfrutaremos de sus sabios comentarios, que no serán a pie de meta, sino como el año pasado desde los estudios de RTVE, perdiendo la fuerza de lo directo y el contacto con los protagonistas.
En el recuerdo la emoción de un sprint y la escalada, de los Koblet, Louison Bobet, Anquetil, Poulidor, Gaul, Eddy Mercks, Luis Ocaña... si pueden disfruten del espectáculo.
Por Ricardo Bajo León.