jueves, 29 de diciembre de 2011

En los libros todos amamos las historias de película.

El azar (¡Soy un juguete en manos del destino! clamó al cielo alguien una vez) ha querido que el último jueves de diciembre coincida este año con el día 29. Último jueves, toca un En los libros todos amamos. 29 de diciembre es el GRAN DÍA: Cortos de Vista. Se unen así dos de los amores de mi vida, a los que, con mayor o menor fotuna, destino parte de mis desvelos y un trozo grandecito de mi corazón. Dentro de pocas horas se apagarán las luces del Centro Cultural y dará comienzo la gran noche del cine nerjeño. Qué nervios, por Diossss. 
Está claro que no podía ser de otra manera. No había nada que pensar. Hoy sólo se puede hablar de libros y cine. Pues eso, vamos a por unas cuantas novelas adaptadas a la gran pantalla.
 
En el número uno, o
 de cómo hacer una obra maestra partiendo de otra obra maestra, Doctor Zhivago. Jury y Lara. Jury, Lara y la Revolución Rusa. Jury, Lara, La Revolución Rusa y la mujer de Yuri... La película la habré visto diez o quince veces. El libro lo he leído sólo una vez. Esta es una de esas (siempre pocas) grandes novelas capaces de conducir al lector por los grandes momentos de la Historia a través de la historia de dos personajes que pueden ser insignificantes en el devenir del mundo, pero que sin ellos, sin su existencia literaria, nuestra vida sería más oscura. Jury amó a Lara desde el primer momento en que la ve y su destino estará de por vida ligado al de esa joven atormentada. A lo largo de los años su amor tortuoso no hará más que crecer, aunque desgarre por dentro. Y no tiene otro marco en que desarrollarse que el de la Revolución Rusa. Eso, claro está, no va a hacerlo más fácil. Boris Pasternak, su autor, vivió el Gran Terror en sus carnes, supo lo que es la censura e incluso renunció al Nobel por no exiliarse de su país. El que entienda estas cosas que me las explique. Pero que eche paciencia para explicarlo, porque me iba a costar entenderlo. El director de su versión cinematográfica no podía ser nadie más que David Lean. Quién sino él sería capaz de realizar un trabajo tan exquisito, tan delicado. Quién iba a fotografiar a Lara/Julie Christie tan hermosa. Quién a Zhivago/Omar Sharif con esos ojos de amor absoluto. La imagen de una ventana helada iluminada por la luz de una vela... Cuánta belleza cabe en este mundo. 





 En el número dos, o de cómo hacer una grandísima película a partir de una grandísima novela sin que la una tengan mucho que ver con la otra, y sin que por ello el lector no se enfade con el director de la peli, El Nombre de la Rosa. La película, dirigida por Jean- Jacques Annaud, es lo más entretenido que hay. La premisa de que hay libros que matan, o por los que la gente mata, me parece de las más atractivas que he tenido nunca el gusto de disfrutar. Mezcla de intriga medieval, aventura, amor prohibido, luchas religiosas. Maravilloso el momento: "No estamos debatiendo si Jesús era pobre sino si la Iglesia ha de serlo". Y todo lo que se lía a partir de ahí en torno a si Jesús era o no dueño de las sandalias que calzaba... De traca. A Umberto Eco le quedó exactamente lo que quería: una novela de intrigas medievales, pero, a la manera de Eco, con lo cual, el tono es alto. Preparados todos para el debate eclesiástico de altura y para empezar a tratar a Aristóteles como a uno más de la familia. Al final, lo que tanto el libro como la novela sembraron en mí es la certeza de que por defender la vida y por defender el arte está permitido morir. Ojalá el mundo no me ponga a prueba, pero es la idea que El nombre de la Rosa planta. 



 
En el número tres o 
de cómo hacer un peliculón de una novela bastante regularcilla: El Paciente Inglés es, para la que suscribe una obra maestra, dirigida por Anthony Minghella . Cinco veces en el cine la vi. La primera vez creí morir con Almasy. Las cuatro restantes sólo luché por no entrar en coma. Nunca más he tenido la sensación de estar viendo algo y sentir que ha sido creado pensando en mí. Así que, como se dice que la película siempre es peor que la novela, me lancé a por ella. Y la novela me pareció un truño. Y no puede ser, me extraña, no me lo creo que sea mala. No cabe en cabeza humana que don Michael Ondaatje escribiera eso. Porque el autor es bueno. No sé si es por la traducción que leí, tal vez hecha con prisas por querer vender el libro a la par que se estrenaba la peli. No lo sé. Sólo sé que en el cine veía pasión y en el libro leía sentimentalismo. En lugar de dolor, apenas un resquemorcillo. Ni rastro del amor absoluto. Sólo capricho. Sí permanecía impertérrita la emoción que provoca que te hablen de los vientos cuando piensas que vas a perder la vida... Qué grande la historia proganizada por este trío, en el que el marido claramente debería haber sido un caballero y haberse apartado de en medio para no estorbar. No le he vuelto a dar a la novela una segunda oportunidad, sigo siendo incapaz. A la peli le he dado miles más para ver si vamos creciendo juntas, y así está siendo.





Por Rita Sánchez.

3 comentarios:

Hierbabuena dijo...

Yo tambien he visto unas cuantas veces estas peliculas, y aunque cambiaria (desde mi gusto) el orden me parece una eleccion de oscar. Me encanta como lo expresas, será la cosilla de la herencia aguanosa....

Rita dijo...

Jajaja, será el aguanosismo en la sangre. Me alegra que te guste.

T.M. dijo...

Rita creo que deberías escribir cuentos o otras cosas tuyas porque me gusta mucho como escribes