Cuántos complejos, discusiones y debates hay alrededor de las manifestaciones artísticas y culturales que hunden sus raíces en lo popular. Actos como el encuentro del pasado 8 de junio en el centro cultural La Malagueta con Martirio sirven para que me libre de prejuicios. Con un tono cercano, consciente de las características de la audiencia, en un gran porcentaje femenina, con una media de edad superior a los 55 años, la cantante hizo un recorrido emocional por la copla, desacomplejado, poniendo los puntos sobre las íes de forma nada aleccionadora, sino dando las claves de algunas letras que hoy escuchadas nos muestran relaciones y sentimientos tóxicos y adoctrinatorios para la mujer, reflejo de la ideología franquista y patriarcal. Y sin embargo, dentro de una necesaria contextualización, la belleza musical, rica en imágenes que superan la lógica y el entendimiento, es incontestable, como bien nos transmitió una chispeante Martirio.
La ponente marcó etapas históricas dentro de la copla junto con los hitos temáticos. Curioso fue escuchar una letra que en tiempos de la II República cantara Concha Piquer reivindicando el empoderamiento femenino. Cuando le preguntó a la audiencia si la conocían, adivinad la respuesta. Porque Martirio sazonaba su personalísimo monólogo con interludios cantandos a capella, recreándose en las palabras, en su significado, en sus emociones, plena conocedora de los sentimientos que se narran y expresan. La copla cuenta historias arrebatadas con planteamiento, nudo y desenlace, que en su época de gran esplendor aunaba poderío en la puesta en escena, lirismo apasionado y arreglos musicales talentosos. El deseo, la traición, el misticismo, la familia, los celos, la envidia, el mal querer y los amores mercenarios son algunos de los conceptos manejados dentro de la copla como chispa narrativa. Y estos eran puestos en su sitio vistos desde ahora, entre risas y crítica ante una herencia cultural que tanto daño ejerce todavía en la actualidad. Eso no es obstáculo para que la copla sea reivindicada como una manifestación artística que aún tiene su vigencia cuando se adapta a los tiempos, cuando nuevos intérpretes releen el legado y toman de él la pasión narrativa de esas historias que cantadas durante poco más de cuatro minutos hipnotizaban a la audiencia para convertirse en la banda sonora de su vida.