viernes, 4 de septiembre de 2020

Relatos de los días intrusos (X) - Atados a un cordel.

El viento de poniente busca arrancar las cristaleras del balcón. La vibración de los ventanales me desconcentra. He repetido el mismo párrafo varias veces. A través de los temblorosos cristales veo flotar un ave solitaria. Al fijarme descubro que está atada a un cordel. Es una cometa de movimientos caprichosos. Desde una azotea una niña la maneja bajo las indicaciones de su padre. Pierdo la noción del tiempo hipnotizado por la escena, hasta que recogen cuerda y se marchan.
Miro la predicción meteorológica. En los próximos días soplarán fuertes vientos. Me apetece jugar como aquellas tardes de playa sin baños por el oleaje. En internet encuentro un tutorial. Con una camiseta raída del FIB 2002 me confecciono mi propia cometa. Tiene una cola con las páginas recortadas de un viejo cómic.



La colada se agita en la azotea. Me anima a volar. En un primer intento no se alza ni un metro. Tras varios fallos cojo una buena racha de viento. Asciende entre las antenas. Apenas hay pájaros, solo una gaviota, que pone en evidencia a mi trapo. No me importa. Tengo espectadores entre los vecinos. Niños y adultos, asombrados, aplauden desde las ventanas. La niña que me inspiró repite vuelo. Su padre me saluda divertido. Pero noto por unos momentos algo raro en mi cometa. Vuela con voluntad propia, no mecida por las corrientes. Es una sensación momentánea que achaco a la novedad.
Los días ventosos continúan. En las azoteas se suman más cometas, algunas rescatadas del baúl de los recuerdos, otras recién hechas. Qué espectáculo el cielo moteado, esa improvisada bandada atada a los edificios. De nuevo, esa tensión entre mi cometa y yo. No obedece al viento ni a mis tirones. Parece que esa camiseta quiere imitar a la gaviota. La recojo confundido.
Hoy será el último día de viento. Sobre nuestras cabezas, un collage de puntos en coreografía. Mi cometa vuela como nunca. Noto en la mano su deseo. Saco un cúter y corto el cordel. La cometa cae hasta desaparecer entre la línea edificada del cielo. Esperaré a nuevos días de poniente para construir otra.

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