La literatura y la industria editorial francesa han sido grandes valedoras del género negro. La colección serie noire de Gallimard en los años 40 dio nombre a la novela que narraba con la excusa de un delito o crimen el fondo social y la tensiones en las relaciones de poder entre las clases sociales. El crimen como manifestación de una sociedad que se debate entre la corrupción, el sálvese quien pueda y el derecho a la justicia y el orden frente a la ley de la jungla. Y la novela negra o en francés el "polar" retrata el estado de las cosas ya sea en la calle, en los despachos de las instituciones o en las víctimas y sus verdugos.
"El montacargas" es una casi nouvelle que apenas supera el centenar y medio de páginas. En ella el exconvicto Albert Herbin busca un segunda oportunidad en la Navidad. No conocemos porqué está en la cárcel, solo que que vuelve a la casa en la que vivió los últimos años junto a su madre. El suicidio se cruza como solución, pero el flechazo con una atractiva mujer en la víspera de la Navidad se presenta como la luz al final del tunel. Poco a poco lo que parece idílico, una historia de amor fou feliz, se vuelve en una pesadilla, en un juego de apariencias de víctimas y delicuentes, de chantajes y asesinatos en contraste con el ambiente navideño.
En la narración de Frédéric Dard dialogan el costumbrismo burgués sucio de George Simenon, con sus miserias de clase media recién salida de la II Guerra Mundial y los enigmas de cuarto encerrado de la novela detectivesca de tradición francófona de Gaston Leroux como uno de sus máximos representantes. En este viaje dentro de "El montacargas" no hay espacio para la esperanza y sí para el engaño.