martes, 22 de junio de 2021

Lecturas en el rebalaje - "Los náufragos del "Batavia". Anatomía de una masacre", de Simon Leys.

Lo que parecía ser un paseo de tarde más por el Playazo se convirtió en un espectáculo de la Naturaleza en apenas unos minutos. Sobre el Mediterráneo avanzaba una masa de nubes cuya escala de grises resultaba amenazadora. Se trasladaba en diagonal con respecto a nuestra situación en la playa. El final de la tarde adquiría una luminosidad onírica, irreconocible en las postremerías de una primavera aún en pandemia, que imitaba durante esos momentos a un otoño tormentoso. El mar se calmó, justo lo contrario que el cielo. Me recordó un juego de niños que descubren el funcionamiento de los interruptores de las luces de la casa y la recorren encendiéndolas sin ton ni son. Los relámpagos nos cegaban al contemplarlos. Estallaban de forma aleatoria. No había patrón definido ni en su secuencia de intervalos ni en sus posiciones, aunque avanzaba de poniente a levante. Mirar al horizonte era contemplar a un mago a la espera de su último truco. ¿Con qué nos sorprendería? Entonces me di cuenta de la seguridad que sentía a orillas del mar. Muy improbable que me cayera un rayo. Y el Mediterráneo no se caracteriza por dar sustos si te mantienes a la adecuada distancia en un temporal. Sin embargo, no pude evitar sentir desasosiego por aquellas personas que en esos momentos se encuentran en medio de la gran nada de agua salada durante una fuerte tormenta. Estas sensaciones se entrelazaron con el reciente visionado de la película "El ventre del mar", exhibida en el 24º Festival de Cine de Málaga y la lectura de "Los náufragos del "Batavia". Anatomía de una masacre". El mar es un espejo que escupe los peores demonios de la naturaleza humana.

No recuerdo con exactitud cómo llegué a la lectura del breve ensayo de Simon Leys, pero en un hilo de búsquedas por internet me cautivó la génesis y su proceso de escritura que reflejó Enrique Vila Matas en el artículo "El naufragio por excelencia". Sería muy atrevido por mi parte aportar algo más a lo expuesto de forma tan brillante por el autor de "París no se acaba nunca" en relación al fascinante y al mismo tiempo inquietante libro de Simon Leys. Sólo destaco la vigencia del párrafo final diez años después de la publicación del artículo : "Quizás sea porque nos recuerda donde estamos, pero también el tan indeseable estado general de terror en el que podríamos caer, el libro de Leys parece estar ahí a nuestra disposición, por si quisiéramos considerar que tiene algo de barco de Java, de embarcación capaz de acudir a socorrernos con su vela blanca, tan necesaria en estos días".

 En la actualidad algunos necesitamos faros que nos guíen en la niebla, en la noche cerrada y en medio de una tormenta. Creemos estar disfrutando de una travesía tranquila, contemplamos las aguas agitadas desde el rompeolas sin prever que una ola inmensa nos ponga la vida del revés, sin control sobre ella. Entonces apenas sin capacidad de reacción nos tendremos que posicionar en qué lado estaremos: en el de los verdugos o de las víctimas, de los defensores del orden y al civilización o del ejercicio del odio y caos como arma de supervivencia. Os recomiendo su lectura a la espera de vuestras respuestas sobre estos dilemas.