Si la relación con una cámara es estar detrás de ella, la invitación a ponerse delante de un objetivo ajeno se plantea como un juego, como cruzar el espejo para momentos después contemplar el reflejo desde el otro lado. La pregunta retórica que nos hacemos en este juego es si ese reflejo somos nosotros o una ficción, una invención que surge de la mirada del otro y de la capacidad del retratado para deformar a voluntad las líneas de nuestra personalidad. Con espíritu juguetón aceptamos la propuesta del fotógrafo Javier Pérez de ser nuevos protagonistas de las sesiones fotográficas que está llevando a cabo con personas del mundo de la cultura de Nerja. Ya muchos de ellos han compartido estas fotografías en sus redes sociales. En todas ellas varios elementos en común: fotografía en blanco y negro, fondo blanco y una silla plegable de madera. Nada más.
Conscientes del austero atrezzo en el estudio del fotógrafo decidimos aportar nuestros propios objetos que permitieran despojarnos del habitual traje del día a día y convertirnos en personajes a voluntad, sin tomarnos nada en serio. ¿Nos representa más ese disfraz? Cierto ejercicio de liberación tuvo ponernos las gafas de papel y celofán verde y rojo para películas 3D, mirar a través de la cámara de super8 Sankyo de mi padre (posible culpable de vocaciones y filias) y encasquetarnos el yelmo de Mambrino, objeto que le sirvió a Alonso Quijano a cruzar también el espejo. A continuación parte de ese juego frente al objetivo de Javier Pérez.