domingo, 25 de noviembre de 2012

Mirando a las musarañas (98) - ¿Cómo están ustedeeeeees?


Hoy hace una semana que nos despertamos con la triste noticia de la muerte de "Miliki". Pasarán más días y el tiempo, pero en la memoria de esos niños de cuarenta años quedará el recuerdo de esas tardes  a la hora de la merienda en las que aguardaban con expectación y entusiasmo a los payasos de la tele. Sus canciones, La gallina turuleca, Susanita, En el auto de papá, Hola Don Pepito Hola Don José... los gags con historias a cual más hilarante para aquellos niños y para sus padres, que también disfrutábamos viendo esas caritas  de ilusión y candor ante aquellas secuencias propias de los payasos del circo. En estos tiempos, han pasado 40 años, todavía en conversaciones familiares se habla de aquellos momentos, con las desgracias del Sr. Chinarro, chivo expiatorio de todas las travesuras de los tres payasos. Se fue "Fofo" y nuestros hijos eran todavía niños y ese tránsito de la vida a la muerte les cogía lejos. Después "Gaby", ya eran más mayores y supieron del adiós a un ser querido. Ahora ya en plena madurez se les va "Miliki" y con él parte de su niñez, de aquel tiempo que no volverá, como todo tiempo pasado.



Los niños de hoy se divierten y disfrutan de una manera mecánica, sus ídolos no son los payasos de la tele, no tienen cara ni alma y no expresan sentimientos, alegría,ilusión, sonrisas, sorpresa. Los dedos de sus manos no se unen en palmas para llevar el compás de las canciones de los payasos, no tararean o aprenden la letra de esas canciones, sus frágiles dedos se deslizan por consolas, pulsan compulsivamente las teclas de los teléfonos móviles para enviar mensajes o para jugar a la playstation, son otros tiempos de vivir en familia.

"Fofo" "Gaby" y "Miliki", consiguieron que el ser payaso no se viera como algo despectivo para quienes tuvieran duda del arte de hacer reír por un payaso.

Los niños de cuarenta años responderían virtualmente, como se lleva ahora, a la pregunta de los payasos ¿Cómo ......?    TRISTES. 

Por Ricardo Bajo León

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