Leer las memorias de Fernando Fernán Gómez es recorrer gran parte del siglo XX español. Y al mismo tiempo retratar sobre el papel de la cultura, más concretamente el cine y el teatro en ese periodo. En sus páginas no encontraremos datos de saltos de cama, de dimes y diretes dentro del mundo de la farándula. El actor, escritor, dramaturgo y director de cine nos habla sobre todo de sus amigos, de aquellos que le ayudaron en sus inicios hasta ser uno de los actores más emblemáticos de una época rompiendo el estereotipo del típico español (él alto y pelirrojo). De aquellos que le apoyaron en los malos momentos profesionales, de los que compartieron noches de fuga hedonista en una España gris. Nos cuenta su continuo afán por embarcarse en mil proyectos de muy dispar fortuna, de los viajes, sus esperas, soledades y compañías. No hace distingos ideológicos en esas amistades: comunistas, falangistas, franquistas, monárquicos, anarquistas. Sobre su pensamiento político mejor que cada lector saque sus propias conclusiones, así como su relación con las mujeres y con el concepto de familia. Y para alguien que lo ha sido todo dentro de la Cultura española los fragmentos más emotivos son los dedicados a su infancia, su niñez como hijo único de madre soltera nunca reconocido por su padre. Y ahí se eleva por encima de cualquier personaje el de su abuela Carola.
