Si en la primera novela se producía un carrusel de asesinatos en la alta y pacata sociedad granadina, donde el policía en su ocaso adivina la presencia de la tecnología como pilar para una sociedad policía, en este pequeño París al que vuelve tras asistir a los encuentros de Hendaya dos años antes se encuentra con una fauna de supervivientes, capaces de vender su alma al diablo por huir. No hay espacio para proclamas idealistas. La muerte ronda por las calles parisinas donde ya se huele el cambio de rumbo en la guerra, tras dos años de cómplice "Pax Parisina" a la sombra de la esvástica. Polo se traslada de la plaza Bib Rambla a los campos elíseos tras un amigo que huyó con cuatro lingotes de oro y la pistola del policía. El lector tiene la duda de si persigue un fantasma que diluye en una ciudad fantasmal, nocturna, chivata, de la que surge una figura rotunda, Alodia Dolz. La sombra de "El tercer hombre" sobrevuela en el imaginario de "Petit Paris", el comisario Polo podría mutarse en Joseph Cotten y, otra vez, en Orson Welles, en la cúspide de una noria observándonos como si fuéramos hormiguitas prescindibles.
"Petit Paris" es un relato negro que sienta ya las bases de un personaje, el comisario Polo, que pide a gritos hacer vivir a los lectores más historias, que nos lleven en un viaje en el tiempo en flash back continuo a sus peripecias en la II República, la Dictadura de Primo de Rivera y la monarquía de Alfonso XIII. Prometen unas páginas apasionantes.