La librera encarga varios ejemplares sin conocer cuál puede ser su contenido. En la distribuidora solo aparece este texto informativo a modo de sinopsis: Antes del descubrimiento de cualquier cueva, los servicios esenciales de Nerja estaban en la única carretera hacia a Málaga, en un extremo una iglesia en el otro una herrería. Entre ellos había una fuente, dos posadas dirigidas respectivamente por Pilar y Rosario, cuyo hijo se encargaba de la gasolinera. En la parte del mar estaba el llamado ¿Balcón de Europa?. También había un cementerio. Hoy en día, 60 años después intactas y no manipuladas, estas fotografías son capaces de contar esta historia más vívidamente que las meras palabras.
Ya con el libro en la mano me encuentro con una cuidada edición, tapa dura, buen papel, tipografía clara, formato 30cmx30cm. Cada página tiene una fotografía acompañada por un pie de foto sencillo, sin grandes alardes literarios. Precisamente por su sencillez, desde el punto de vista de una joven fotógrafa inglesa que recorre la costa mediterránea española a comienzos de 1959, aún virgen del turismo que está a la vuelta de la esquina, tiene esa fascinación de una mirada limpia, que hoy en día puede que a alguien incomode. No hay una interpretación de los tópicos sureños, sino una exposición de unos tiempos de trabajo duro, de calles empedradas a duras penas, de un mar en blanco y negro que no tiene bañistas tomando el sol sino barcas que son el sustento de familias. La agricultura tiene especial importancia y las infraviviendas asoman entre los márgenes del río, incrustadas en cuevas.
El boom turístico estaba a punto de producirse. La Cueva de Nerja se descubriría en esos días. Sería curioso saber qué esperaban del futuro todos aquellos que aparecen en las fotos: los arrieros, las mujeres lavando la ropa en fuentes, los niños semidesnudos, los cabreros que ordeñan sus cabras, el pescador que busca la sombra bajo una barca. Aquí es donde estas fotografías tienen un valor documental muy poderoso, como máquina del tiempo que nos traslada hacia ese pasado apenas insinuado en la actualidad. Este libro también es una reivindicación de la fotografía como patrimonio histórico, como documento que nos dicen mucho de nuestra propia historia. Y situaciones como las vividas en torno a este libro me hace reflexionar sobre la importancia de esos intermediarios culturales que son las las librerías, negocios al fin al cabo, pero también en muchas ocasiones son transmisores de contenidos muy interesantes que de otra forma nos serían desconocidos y así facilitarnos su acceso. Este es el caso de la Librería Europa de Nerja que nos ha descubierto este tesoro fotográfico.
De la autora, Regina Kenmore, poca información he encontrado. Hace cinco años publicó otro libro fotográfico en esa misma editorial, entonces dedicado a Peñíscola y en youtube hay este vídeo sobre la presentación de ese libro en una televisión levantina.