Cuando uno abandona el puesto de director y colabora en otras facetas en la realización de un corto, me doy cuenta lo que significa adentrarse en la aventura audiovisual de un tercero. Como director de fotografía, o más bien operador de cámara, trata uno de hacer realidad las imágenes que pululan por la imaginación el creador. Como autodidacta, algunas veces quiero dominar la luce, y ella salvaje y esquiva, pocas veces se deja domar.
Pero otras se refleja sobre un bello rostro, sobre un sentido abrazo, sobre una mueca altanera y se logra cierta magia. Todos los trabajos son pasos de autoenseñanza, de aprender a decir que no a algunos proyectos, de decir sí a otros que me pueden divertir, que tengan que ver con mis gustos como espectador o simplemente rige como principio fundamental de participación la amistad. Esas y otras más enseñanzas aprendí interviniendo en este corto, aportando mirada con un ojo u otro dependiendo de si se empañaba el visor, poniendo mi cámara de vídeo al servicio de la historia de su director y guionista y seguir intentando atrapar el hechizo de una luz mentirosa.
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