Por naturaleza he de confesar que soy un preguntón, pero no para satisfacer una curiosidad, sino para orientarme, guiarme o informarme.
Pero no seré yo quien llegue a Roma preguntando. No tengo la intuición de preguntar a la persona idónea que pueda responder a mi pregunta y esta situación me lleva a discrepar con mi santa esposa, que es contraria al preguntar. Como hasta ahora es gratis, yo sigo preguntando.
A las personas a las que pregunto no llevan ninguna matricula, ni ningún calificativo que los haga diferenciarse de los demás para preguntar por una dirección, por un monumento o dónde comer bien y barato, pero siempre yerro. En el Corte Inglés, muy diferente de aquel de sus inicios en Málaga, en el que eran legión los empleados quienes solícitos se acercaban para aconsejarte e informarte, hoy es mucha la mies y pocos los obreros, mucho encorbatado sin matricula, les preguntas y te derivan a otro empleado que a su vez llama a una chica que con un plumero limpia el polvo, y en definitiva es quien me atiende. No acierto en la elección nunca.
Si visito un pueblo y requiero la información de un vecino que pasaba por allí, resulta que es el más conocido del pueblo a todas luces,menos para mi, pero no el idóneo para responder, mi santa esposa se pone al limite. Al visitar una capital creo que voy a dar con una persona que sepa informarme y me ocurre lo mismo- Lo siento Sr. no soy de aquí-.
Recientemente he visitado Granada, y he seguido en mis trece de preguntar para localizar una tasca que me habían recomendado, a la primera Sra que pregunté nos enrollamos: ella argentina y yo Ricardo, al final no sabía orientarme pero me indicó una tienda, y cuando me acerqué eran unos chinos, obviamente, no pregunté, yo sabía que andaba cerca de la tasca, pero no desistía en mi obsesión compulsiva de preguntar, tras varios intentos fallidos al fin vislumbre a la persona que podía darme pelos y señales de la tasca, un Sr. mayor, con boina y bastón, me informó de la dirección e incluso me recomendó lo más típico para tapear. De regreso, pregunté por chanza (y para soliviantar a mi santa esposa9, a dos chicas qué río era el que cruzábamos por el puente. No supieron contestar. Era el Genil, que bajaba caudaloso, las chicas eran "granainas".
A estas alturas, cómo vamos o cómo voy a llegar a Roma preguntando. ¿Y qué es Roma.? Tras lo comentado, de todo me puede ocurrir.
Por Ricardo Bajo León
Fotografía vía este blog.
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