domingo, 5 de agosto de 2012

Mirando a las musarañas (81) - Sonidos y ruidos.

La definición de sonido es más larga de explicar y en mis modestos ensayos debo ser breve, así que vamos a la del ruido. Todo sonido no deseado, sonido pasando de ciertos decibelios es ruido, la unidad de medida del sonido es el decibel.
 
De vivir en un pueblo a vivir en una ciudad, entre las muchas cosas que alteran tu vida, una de ellas son los ruidos. Tus oídos acostumbrados al trinar de los pajaros, al murmullo de un arroyo y, por qué no también, a las voces de tus vecinos que a veces se convierten en ruido, sufren. En la gran ciudad te acompañan el incesante  sonar de las sirenas, los claxon en los atascos, las obras en las calles y un sinfín de sonidos que son ruidos. A todo se acostumbra uno, hasta a los ruidos.
 
Una de mis vivencias de niño fue el oír el tañido de las campanas de las numerosas iglesias de mi pueblo. A eso debo de unir el parentesco con el  relojero oficial de Antequera, el que daba cuerda y cuidaba de su mantenimiento.  En numerosas ocasiones lo acompañé en su menester al reloj de San Luis, Ayuntamiento, torre de la iglesia de San Sebastian, pero el que mas me gustaba de ver y escuchar el sonido de sus campanas era el reloj de "Papabellotas" en el castillo que preside la ciudad de los Dolmenes.






 
Esos sonidos me acompañaron en mi niñez, creo que por eso me gustan los relojes de carrillon. En casa me gusta acompañarme del sonido de sus campanas a falta del tañido de una en una torre o espadaña cercana. El sonido que dan las horas, los cuartos y las medias horas, me hacen revivir momentos de mi niñez. Los antequeranos dicen que el reloj del Ayuntamiento da las horas y las medias, pero los "cuartos" no, cosas de la sabiduria popular.
 
Para algunos lo que para mí es un sonido agradable, para ellos es un ruido. Si dejan de sonar me doy cuenta. He tenido casi a la cabecera de mi cama uno de ellos, y se ha dado el caso que se ha parado y me he despertado, serán los recuerdos de mi niñez y el amor al tañido de las campanas.
 
Ruidos no, sonidos todos, aunque sean las voces de mis vecinos.



Por Ricardo Bajo León.
 

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