Para los tertulianos que disfrutamos de nuestro tiempo de jubilo los trescientos sesenta y cinco días del año son feriados, salvo en algunos momentos puntuales en los que ocupamos nuestro tiempo en obligaciones sujetas a nuestra condición de jubilado.
La Feria es para nosotros el momento culmen de esos días feriados, en la que de una manera temporal a la duración de los festejos, tratamos de cambiar en nuestro estado de ánimo, dejando aparcados durante esos días los problemas, para disfrutar con nuestros seres queridos y amigos de la alegría, de la música, de nuestras tradiciones, en definitiva de vivir de una forma diferente nuestro día a día.
Vivir en la ciudad del Paraíso es un lujo y disfrutar de su feria en una época de días largos, de mucha luz, con la brisa marina que mitiga las altas temperaturas de estos días del mes de Agosto es lo más. Solo queda estar dispuesto sin ningún condicionante a echarse a la calle, para que cada cual, y a su mejor entender, participar de la programación de actividades festivas previstas para estos días.
Lejos pero cercanos del bullicio del Real y el calor del Centro está nuestro barrio marinero de El Palo. Como no podía ser de otra manera y con sabor a feria, nos hemos reunido el pasado día 16 en la Cafetería Odeón para dar buena cuenta de unas botellas de fino con unas tablas de queso y jamón, en compañía de nuestras santas esposas, que dieron esa gracia y donaire femenino a nuestra reunión. Y si a ello añadimos, no el plato típico de un pollo con patatas fritas y pimientos o unos buenos callos, sino una suculenta paella, mejor que mejor. Siempre el arroz, ¿por qué una paella suscita tanto entusiasmo? Una paella en una reunión de amigos es lo que un Barsa- Real Madrid en el fútbol, siempre habrá quién diga que su paella es la mejor, lo que nos llevará ineludiblemente a retarle, para volver a disfrutar del siempre gratificante momento de ver una paellera en el centro de la mesa y compartirla con los amigos.
Pues eso, pasamos ese día con mucha alegría, con sabor a feria y a paella.
Por Ricardo Bajo León
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