Mi madre, mi abuela y demás familiares se entretenían en las conversaciones y vivencias de la familia y amigos, supongo que agitando un abanico para mitigar el calor y disfrutando de los colores del cielo en la puesta del sol veraniego. En uno de los recesos en sus charlas mi madre me echo en falta. Me buscaría y llamaría, pero yo no respondía, hasta que advirtieron desde el balcón que yo estaba abajo, en la calle, junto a un señor negro pasando mi pequeña mano por su brazo para comprobar si "desteñía". Él había llegado desde Guinea cuando era una Colonia española. Con el paso del tiempo fue profesor del Instituto.
En estos tiempos que vivimos, a ningún niño se le ocurre ese gesto para comprobar lo del color. Hoy convivimos con multitud de gentes venidas de otros Continentes y nuestros hijos y nietos en sus colegios estudian y juegan con jóvenes y niños, sin tener en cuenta su raza y color. Se dice que vivimos en una aldea global o multicultural.
Y sin embargo, en esta España de las diecisiete Comunidades hay quién se empeña en que seamos menos, no por el mero hecho de restar, sino por diferenciarse de los demás. Ahora cuando más necesitamos de la unión para superar la difícil situación que vivimos, cuando sumando esfuerzos podemos hacer más fácil el camino, hay quién ve la solución en restar y dividir. Lo del multiculturalismo una gran ventaja, lo demás ganas de incordiar.
Por Ricardo Bajo León.
Por Ricardo Bajo León.
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