miércoles, 16 de febrero de 2011

Microrrelatos de Mercurio (4) - Aventura cotidiana.

Aventura cotidiana


Se lanzó de la cama y consiguió llegar a nado hasta la puerta de la habitación antes de que los cocodrilos reaccionaran. Lo esperaba el desierto interminable del pasillo, que atravesó con determinación. Tuvo que utilizar los últimos cartuchos de dinamita que llevaba en su macuto para abrir la puerta acorazada de la casa. Bajó rapelando por el hueco de la escalera, porque cada escalón se había convertido en una trampa mortal. En el portal tuvo que pelear a brazo partido con los cubos de basura, que como implacables carceleros, querían impedirle la salida. Ya en la calle, atrapó un autobús con su lazo, montó sobre él hasta domarlo y se dirigió al galope hacia la oficina, donde libraría su combate habitual con el monstruo de la rutina.

Por Ricardo Sanz

4 comentarios:

Pablo Martín. dijo...

Sólo el que ha pasado por el asco y el miedo a un nuevo amanecer es capaz de ver los monstruos y los obstáculos. Espero que seas capaz de verlos como un recuerdo.

Sí, yo. dijo...

No me apetece nada ir a esa boda. Está lloviendo y hace frío. Y sólo pensar que tengo que depilarme, ir a la peluquería con la que está cayendo, colocarme unas medias y quitarme mis gruesos calcetines, ponerme los taconazos, meterme ese vestido tan estrecho, maquillarme... ¡Buah! Quiero quedarme en casa calentita, ponerme mi jersey preferido, taparme con la manta en el sofá, tragarme un par de pelis con palomitas, cocacola y bombones, hacer tortilla de patatas, y escribir cosas como ésta, con todo el tiempo por delante. Quiero quedarme en casa.

Vicky Díaz. dijo...

Un bicho acaba de empezar a comerme por dentro, y no sabía qué podía hacer. Me he tirado en la cama, pero apenas he podido estar unos segundos, cuando me ha dado pena de mí y me he levantado. La guerra dura ya mucho tiempo, a veces la tregua nos permite un pequeño descanso. Una batalla perdida, otra ganada, y el enfrentamiento que dura ya muchos años. Me levanto, me empuja, y como ya sé que va a empujarme el susto es más pequeño y sufro menos. Bajo a las cavernas de la locura, con un pie en el abismo, ante la negrura más negra, y su mano me saca una vez más del espanto, de lo repugnante, de lo inmundo. La luz la veo, pero no siento el calor.

Antonio. dijo...

Existe un texto muy similar a este en el blog "De Bohemia" titulado "Su momento".