domingo, 20 de marzo de 2011

Mirando a las musarañas (10) - Recuerdos.


Era media tarde. Un viejo seiscientos con un conductor excepcional nos esperaba junto a la acera del Edificio de la Equitativa. Iba a ser mi primera toma de contacto con lo que durante 23 años sería todo para mí y para la familia que inicié en ese vergel, de abundante agua y buena gente. Era marzo de 1969.

Tomamos café en los Baños de Apolo, situado en lo que hoy es el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso, y enfilamos la nacional 340. La ilusión podía con los nervios propios de quién se va a  iniciar en una etapa nueva de su vida. Nuestro conductor nos hablaba de Nerja, de su clima, de sus playas, de sus gentes, y como eramos jóvenes (iban conmigo dos compañeros con los que compartí esos primeros años de trabajo) hacíamos cábalas sobre nuestra situación sentimental, hablándonos de la belleza y de las cualidades de las jóvenes nerjeñas. Al llegar a Conejito, nuestro conductor nos advirtió de que fuéramos atentos, pues una vez superada la acequia colgante que atravesaba la carretera, veríamos Nerja. Efectivamente, se nos presentaba ante nuestros ojos un paisaje nuevo del que disfruté durante tantos años.

Calle La Cruz donde se situaba el Banco Vizcaya

La playa del Salón era mi zona de esparcimiento en los veranos. Siempre creí que el nombre de la playa venia dado por la familiaridad con los bañistas y pescadores que se afanaban en preparar sus barcas y artes de pesca, como si fuera una prolongación de sus casas. Leyendo un relato del libro Otra Visión de Nerja, supe que Salón era una deformación del Shalom, expresión de despedida en los años de expulsión de los sefarditas.

Nuestro conductor no era otro que Jaime Jaime Cañedo, alcalde que fue de Nerja, y nos indicó donde podríamos alojarnos.  Se trataba de una casa de pueblo que fue durante dos años de mi vida mi residencia: la Pensión de Rosario. Luego en familia viví en calle Colón. Desde su amplia terraza veía la parte final del Paseo del Balcón de Europa. En el último año en esa vivienda perdí esa vista, junto con la del mar, por la construcción de edificios de gran altura. De allí pase al callejón de la Torna al edificio 4 Caminos. Cuánta transformación en el pueblo y en mi vida.

Tuve la suerte de vivir y compartir desde mi modesto puesto de trabajo el desarrollo de Nerja en aquellos años setenta del siglo pasado. Conté con la amistad de muchos empresarios de Nerja con los que colaboré con mucha alegría y gusto. Disfrutando de mi jubilación, recuerdo aquella larga etapa como si fuera hoy mismo.

¡Por siempre Nerja!   


Por Ricardo Bajo León

Foto extraída del album de fotos antiguas de Nerja del Facebook de Paco Haro.

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