jueves, 29 de septiembre de 2011

En los libros todos amamos a la reina y señora de la novela total.

Joyce Carol Oates entró en mi  vida por casualidad y con mal pie. Aposté por traer un libro suyo a la Librería y, dado que no se vendía, que era de bolsillo, que se estaba poniendo feíllo y me daba pena devolverlo porque su autora es una eterna candidata al Nobel, decidí quedarme con él. Adoptado. Se llamaba "La hija del sepulturero", y ni el título ni la portada me gustaban mucho. Recuerdo perfectamente soltarlo en la mesita de noche, bajo otros dos o tres, y dejarlo esperar su turno. Y su turno llegó recién empezadas mis vacaciones de hace dos años. Eso de despertarse y pensar que lo que más te apetece es hacerte un café y bebértelo agustito en la cama mientras lees, y poder hacerlo, es un placer absoluto. Y ahí lo cogí. Con cierta pereza. Y me dio la una de la tarde. Y después de comer necesitaba seguir con esta historia. 



 En cuestión de horas, esta señora había abierto un mundo nuevo en mi mente y entrado en mi vida para quedarse. Porque Joyce Carol consigue que llegues hasta a oler lo que huelen sus personajes. Ya no te digo lo que te hace sentir. Y como yo soy muy enamoradiza y muy fan de lo que soy fan y no tengo fondo, empecé a buscar todo lo que hubiera escrito esta santa mujer. Y voy a dar con "Puro Fuego (confesiones de una banda de chicas)". Y lo mismo: el título no me decía mucho y la portada era bastante sosa. Pero fue abrirlo y empezar a salivar. Y a darme todo lo que me da con un libro que me agarra de las tripas: palpitaciones, obsesión con los personajes, insomnio, problemas para distinguir realidad y ficción. Chungo. Porque hasta que no dejé a las Fox Fire colocadas no podía pensar en hacer otra cosa. Me parecía hasta indecente abandonar a estas chicas ahí, solas, perdidas en las páginas del libro, en coma hasta que yo como lectora las resucitara. 






Luego vinieron más. Unos me quitaron el aliento: Diario del Primer Amor, Solsticio, Un jardín de placeres terrenales, Qué fue de los Mulvaney, Niágara, Bestias; otros me dejaron bastante fría: Ave del Paraíso, Mamá, A media luz. Me faltan por leerme un montón, pero esta mujer, que escribe sin descanso, no tiene mucho traducido y encima gran parte de esos están descatalogados. Y como descatalogado aparecía "Blonde", el libro que le dedica a la figura de Marilyn Monroe. Lo pedí por Iberlibro y me costó una pasta, porque la librería que me lo vendió sabía lo que estaba haciendo. Pero podría haber pagado el doble. O un riñón. Porque lo que me dio este novelón no tiene precio. Una semana de mi vida en estado febril siendo arrollada por la historia que me estaba contando. Y que todos sabemos cómo acaba. Pero que daba igual. Me salía de mi cuerpo y me llevaba con ella a ese mundo sucio, decadente, morboso, enfermo en el que pasa todo, en el que, como en toda novela total, está el mundo entero. Y yo sentía que me ahogaba, que de esta historia iba a salir muy tocada, que iba a tardar tiempo en digerirla y dejar de soñar con ella. Pero no podía soltarla y ahora, cada vez que paso cerca de este tomazo de 1.000 páginas, le acaricio el lomo. Amor total.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde que lei tu entrada busque y busque entre mis libros sabia que tenia algo de Joyce Carol Oates y sabia que no lo habia leido,es de estos libros que te regalan y no los lees porque tienes otros y como no te suenan.......Dios,gracias me has arreglado estos dias de fiestas ya tengo algo que hacer para pisar poco las fiestas.Un jardin de placeres terrenales.GRACIAS RITA.pipi.