sábado, 30 de marzo de 2013

En los libros todos amamos las luces y sombras de los conquistadores españoles.

Para algunos solo son luz; para otros, solo sombra. Aventureros, descubridores, para los primeros. Asesinos, genocidas, para los segundos. Para mí son una mezcla de las dos cosas. Creo que todos debemos admitir la imposibilidad de juzgar con nuestros códigos acontecimientos que ocurrieron hace más de quinientos años. Está claro que todos aquellos que se metieron en unas cáscaras de huevo que hacían las veces de barcos para cruzar el océano no lo hicieron con el objetivo de llevar la hermandad y los buenos sentimientos allende los mares. Por supuesto que fue por la fortuna y en ínfima medida tal vez, por el honor y la gloria. Que hubo un desprecio absoluto a la población indígena, sí, lo hubo. Que saquearon, violaron, robaron, mataron, sí, lo hicieron. Pero que también hubo muy pronto quien alzó su voz para defender a los indios. Y que no voy a ser yo quien juzgue a los conquistadores españoles. Que fueron una panda de maleantes, mentirosos, fulleros, trileros. Sí, sí, si y sí. Lo fueron. Todos ellos sin faltar uno. Pero que quien no quiera saber cómo se conquista un continente en un plazo mínimo de tiempo con una cantidad mínima de personas que levante la mano. A ver a quién no le hipnotiza leer cómo el más listo de todos ellos dejó tranquilamente que le creyeran un dios. Que fue el mismo que más tarde organizó unas buenas fallas con sus propios barcos. Eso es épica. Que ojalá la historia de la humanidad se escribiera en base a los besos en la boca que nos hemos dado. Pero que los grandes cambios históricos se han producido lamentablemente a sangre y fuego. Uno conquista otro es conquistado. En esta ocasión los españoles fuimos los conquistadores. Posteriormente expulsados. Esta es parte de la historia de los primeros.



Pietro Citati en La luz de la noche nos habla de Hernán Cortés y nos lo compara a Ulises porque para el autor no hay honor más alto. "La Muerte de los Dioses" es la quinta y última parte de un libro maravilloso "La Luz de la Noche". Esta muerte de los dioses arranca con el encuentro entre Moctezuma y Cortés. Moctezuma tenía dos problemas: era un rey cruel y era un hombre supersticioso. La combinación de ambos le llevó a la muerte y al fin de su imperio. Por un lado, tenía a los totonacas, tlaxcaltecas, y a otros muchos de sus súbditos deseando derrocarle (que el día de su consagración sacrificara a 5.000 prisioneros igual no gustó mucho). Por otro, conocía perfectamente las leyendas que decían que Quetzalcoatl, dios y rey de Tula, vendría desde el Este a reconstruir su ciudad, ahora desaparecida. Para muchos mexicas, esta era una profecía sobre la caída del reino azteca. Cuando en su capital, Tenochtitlán, empezaron a oírse los rumores de “montañas que se mueven sobre el agua” y hombres de piel blanca que venían del Este, Moctezuma no dudó que se trataba de Quetzalcoatl. Para su desgracia, se equivocó. No era el dios el que llegaba, sino Cortés al mando de una flota de 11 embarcaciones al territorio de los aztecas. Moctezuma ordenó a sus soldados agasajar al Dios, pero también que intentaran convencerle de que no fuera hasta Tecnochtitlán. De nada sirvió. Moctezuma, enterado de que las tropas avanzaban hacia la capital, envió presentes a los españoles con el fin de que desistieran en su avance. Más regalos enviaba Moctezuma, más crecía la ambición de Cortés y sus hombres. Moctezuma se negaba a un encuentro directo con Cortés. Cómo preparase para ver a un Dios. Pero finalmente el 8 de noviembre de 1519 Cortés, no mostrando el más mínimo interés en sacar a Moctezuma de su error, entró en Tenochtitlán, con un ejército de 400 españoles y 40 caballos. Durante unos días, los españoles y los mexicas vivieron en paz. Los españoles no dejaban de admirarse de la belleza de la ciudad de los canales, de sus patios, de sus mercados, de sus fuentes, de su luz. Hasta que en un giro brutal, Cortés decidió arrestar al rey. Y el rey no supo revelarse contra el dios. La muerte del rey estaba cerca. La caída de su Imperio un poco más lejana. Aún tuvieron que huir Cortés y su tropa, para volver un año más tarde, dejando tras de sí esa estela de destrucción que ningún dios, solo un hombre, es capaz de dejar.




"...Pero incluso con sus favoritos, el destino no siempre se muestra magnánimo. Rara vez conceden los dioses a los mortales más de una hazaña única e imperecedera". Reconozco que para algunos lectores el estilo de Stefan Zweig puede resultar engolado, pero a mí me mata de amor. En su miniatura histórica "Huida hacia la Inmortalidad: El descubrimiento del océano Pacífico" el escritor austríaco nos abre una ventana a través de la que ver a Vasco Núñez de Balboa en su epopeya. Buscando el mítico Dorado, la expedición de Núñez de Balboa encontró un nuevo océano. Pocas pasiones hay más fuertes que el dinero. Zweig nos presenta al conquistador como a un proscrito en Castilla y un moroso en La Española (Santo Domingo), isla de la que tiene que huir escondido en un cajón de víveres para evitar a sus acreedores. Tras tomar tierra en Panamá, su desesperada búsqueda del oro, su huída hacia adelante, le lleva a ser el primer europeo que ve el Pacífico o lo que es lo mismo: el primer hombre que ha contemplado los dos océanos que abarcan nuestra tierra. Este es su momento estelar. Ni que decir tiene que para ello cometerá cuantas atrocidades sean necesarias con los indígenas. Su hazaña no le servirá de mucho: Francisco Pizarro le detendrá en nombre del gobernador de las tierras que el mismo Núñez de Balboa conquistó, quien ordenará sea decapitado.


A Lope de Aguirre unos le llamaban El Loco, otros, El Tirano y él se llamaba a sí mismo El Peregrino. Divergencia de opiniones. Empezamos bien. La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sénder, basada en la histórica antiepopeya de la expedición capitaneada por un vasco a lo largo del Amazonas, ofrece un amplio y variado espectro de caracteres a la búsqueda de un imposible. El mítico El Dorado se convierte en el centro vital de unas mentes estremecidas y agitadas que luchan contra sí mismas y contra el universo, plasmado en una tierra indomable. Es esta una historia de auténtica locura, y como tal se nos muestra desde un principio, cuando nos cuenta la forma en que el capitán Pedro de Ursúa se prepara para la búsqueda de la mítica ciudad de El Dorado. Todo hace presagiar su desgracia, provocada en parte por su soberbia, por su exceso de confianza a la hora de dominar a aquella partida de desalmados de la que se componía su expedición, y por adormecerse en brazos de la mestiza Inés de Atienza, a la que llevaba como amante. Inés de Atienza resulta ser un personaje clave, por lo anacrónico de su carácter: mestiza orgullosa de su condición de manceba, entregándose incondicionalmente a su amor por Ursúa, lo que provocará la desconfianza de los miembros de la expedición marañona, así denominada por iniciarse recorriendo el río Marañón. Y aquí aparece Lope de Aguirre, un ser envidioso, falto de escrúpulos, traidor, cojo y de cuerpo pequeño y enjuto, alguien que no pasaría de ser un secundario en esta historia de no ser por su enorme capacidad de sacrificio y del halo casi místico que le rodea, de una fortaleza de carácter a la que resultaba difícil sustraerse para todos aquellos que le rodeaban. Algo que apenas se revela hasta el momento en que decide traicionar a Ursúa... La búsqueda de El Dorado dio para mil historias. Esta es una de las mejores.




Por Rita Sánchez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena selección Rita. Hernán Cortés, Balboa y Aguirre ¡casi ná!, aunque mi "conquistador favorito" es Cabeza de Vaca. Y tienes razón, los motivos fueron varios, con luces y sombras, pero con más sombras que luces, el exterminio de nativos fue catastrófico.
Estos hombres estaban a medio camino entre la edad media y el renacimiento, entre la imaginación y el espíritu de cruzada, así crearon un imaginario de mitos e ilusiones quiméricas que los llevó a embarcarse en expediciones para explorar, conquistar y expoliar todo lo que encontraron a su paso. La extrema pobreza de España tuvo también mucho que ver con tanta arrojo, y con tanto despropósito.
Para la próxima mete a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, es para alucinar en colores con lo que llegó a vivir este hombre.
Dori

Raya dijo...

Los españoles tenemos un sentido critico muy peculiar,entonados el mea culpa con una facilidad total, olvidandonos en muchos casos de los triunfos y de enclavarlos en su marco historico-temporal, los portugueses, britanicos, franceses, holandeses y todo el que tenia un poco de capacidad de movimiento maritimo en europa, se embarcó hacia el nuevo continente y tuvo su papel en el futuro de los habitantes de America. Norteamerica fue literalmente arrasada, y aun hoy dia, los nativos americanos del norte estan confinados en reservas como atractivo turistico. Si los británicos hubieran tenido la decima parte de nuestros heroes (con todos sus defectos), sin ninguna duda los adorariamos a todos ellos, porque el cine nos los habria presentado en todas sus facetas epicas.