domingo, 27 de octubre de 2013

Mirando a las musarañas (144) - La barbería.


Pocos locales comerciales, por no decir ninguno, se rotulan ya con el nombre de "barbería", esa palabra tan castiza, como también lo es la de "maestro barbero" (en otra época también llamado "sacamuelas"). "Barbería" ha dado paso a "Peluquería" para denominar el local donde se cortan la barba y el pelo. Y su ejecutor ha pasado a ser el "peluquero". Quizás las maquinas eléctricas, las maquinillas de afeitar con sus nuevas formas, más seguras para el afeitado casero, con sus cuchillas incorporadas de fábrica, que desterraron a aquellas otras que se vendían en unos pequeños sobres (y de la que fue una referencia en nuestra pubertad la cuchilla La Rosa, que tantos cortes nos produjo en aquellos primeros años en los que pasábamos de imberbes a tener esos cuatros pelillos en la mejilla), han hecho que no sea frecuente el afeitarse en la barbería, hoy peluquería. Era frecuente escuchar ¡A fulanito no le ha salido la barba! Si esa expresión iba dirigida a ti te molestaba, pues estábamos deseosos de que nuestras mejillas y mentón se poblaran de esos pelos, que nos darán la lata durante toda nuestra vida, pero que era un hecho de masculinidad y de ser un poco más mayores.

Foto de Fotos Guerrero, Barbería del BomBo

Si hay algo a lo que los hombres seamos fieles es a nuestro barbero, hoy peluquero. Si cambias de barrio en tu ciudad, sigues con tu barbero, aunque tengas que recorrer un largo camino. Esa asiduidad hace que haya una connivencia con el barbero y con quienes frecuentan ese espacio pequeño, con dos sillones, en uno trabaja el maestro y en el otro por regla general el aprendiz, unas sillas donde guardan turno los clientes frente al gran espejo y a los sillones y unas repisas con numerosos tarros de colonia y ungüentos para el cabello o la barba, con la consiguiente mesa con los periódicos del día y revistas que no te atreverías a ojear en otro lugar, conforman el mobiliario de ese local llamado barbería. Puedes permanecer en silencio, mirando el tarro de Floyd que está tal cual lo viste en tu última visita, sin que se haya hecho hecho uso de él, puedes intervenir en una tertulia en estos tiempos sobre la política y los políticos, comentar el último partido. En la barbería la imparcialidad en el fútbol no existe, al que es del Madrid o del Barsa no le duelen prendas al presumir de su equipo, ahí no ha medias tintas. Recuerdo dos barberías señeras en mis años en Nerja, sin menospreciar a las que había en otros barrios o calles. En calle Pintada, la de Pepe "El Bombo": Allí se hablaba de caza y pesca, las dos grandes aficiones de Pepe, el maestro, más de lo primero que de los segundo. En la misma calle, unos cuantos metros más abajo y en la acera de enfrente, la barbería de Bautista Bruno: Ahí se hablaba de todo, pero con mayor profusión de fútbol. En un principio me "arreglaba"  "Anca el Bombo", cuando cerró, me quedé como huérfano, buscando refugio en la barbería de Bruno, por proximidad a la otra y a mi trabajo. Allí en esos comentarios entre el maestro y el cliente, encontré la oportunidad de alquilar mi primera vivienda, donde viví mis primeros años de matrimonio en Nerja.  La barbería, lugar de encuentro y de tertulia de los temas más variopintos y donde ahuyentar la soledad en este tiempo de júbilo, cantada en los famosos tangos del Piyayo y motivo de refranes "Chapucero es el barbero que deja raposo el cuero" "De barbero a barbero no pasa dinero". La barbería, parte fundamental de nuestras vidas y seña de identidad del barrio.

Por Ricardo Bajo León.

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