Si uno nace español y poeta, y además en 1875, está permitido pensar que los dioses se han ensañado. Esto es lo que le pasó a Antonio Machado, de cuya muerte se acaban de cumplir 75 años. Posiblemente se podría escribir una Historia de España desde 1875 hasta 1939 leyendo sus poemas, pero lo que es seguro es que gracias a ellos podemos saber quién fue Machado y por qué 75 años después le seguimos necesitando. Dejó escrita su biografía en sus versos. Lo que amó, lo que odió. Su lucha y su derrota. Un poeta que apuró el cáliz hasta la última gota.
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi
juventud, veinte años en
tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero
(…)”
Y en Sevilla fue que nació, dentro de una
familia liberal. Su padre fue amigo de Giner de los Ríos. Fue tanta su
influencia que Machado le dedicó un poema, honrando su memoria, y que entre
otras cosas decía:
“(…)Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma
vivid, la vida sigue.(…)
¡Yunques, sonad;, emudeced, campanas!(…)
Su
corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas . . .
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.”
En 1883 su abuelo fue nombrado
profesor de la Universidad Central de Madrid, y por eso toda la familia se
traslada a la capital. Machado completa entonces su formación en la Institución Libre de Enseñanza. Pero mueren el padre y el abuelo, y Machado tendrá que interrumpir
sus estudios. Marcha a Paris. Conoce a Baroja, a Oscar Wilde, se dedica a la
traducción, se saca el título de bachiller. Y vuelve a España. Ya en 1903,
después de haber conocido a Juan Ramón Jiménez y ser asiduo a las tertulias
intelectuales de la capital, publica “Soledades”
“He andado muchos caminos,
he
abierto muchas veredas
he
navegado en cien mares
y
atracado en cien riberas”
(…)”
Antonio Machado con su familia.
En 1907 completa estas “Soledades” con “Galerías
y Otros Poemas”. Poco después conocerá a
Leonor Izquierdo y caerá fulminado de amor. Ella tiene 15 años. Él, 34.
Pero nada va a impedir que se casen. Y llegamos a 1912, año terrible, pese a
que es el que saca a la luz la que (quizá) sea su mayor obra: “Campos de
Castilla”. Recordemos que Machado pertenece a la llamada Generación del 98, la
de la gran crisis. La de la pérdida de los restos de un Imperio. Pero también
la de los grandes cambios, las convulsiones sociales, la del despertar del
aletargamiento, la del progreso científico. Nuestro poeta ve que el mundo está
cambiando, pero que necesita fuerzas para comprometerse con un cambio
absolutamente necesario, pero que no va a ser tranquilo. Y escribe un poema
incendiario:
“La España de charanga y
pandereta
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de
María,
de espíritu burlón y alma
inquieta,
ha de tener su mármol y su
día,
su infalible mañana y su
poeta.
en el vicio al alcance de la
mano.
(…)”
Antonio Machado y Leonor.
No es 1912 un año terrible para Machado porque
el mundo tiemble a sus pies. Es que es su mundo el que se desmorona. Leonor
contrae tuberculosis, enfermedad incurable en su día. Le dedica un poema que es herida abierta.
“ (…)
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”
Siete días después de enterrar a Leonor, Machado marcha a Soria. Ha pensado en suicidarse. Su hermano Manuel ha pedido a Giner que les ayude: un instituto en Madrid tal vez pueda salvar a Antonio de la soledad. La respuesta es negativa. El poeta acaba en Baeza, donde vivirá hasta 1919. Luego se traslada a Segovia, buscando la cercanía a Madrid, a donde finalmente llegaría en 1932. Durante los años que pasa en Segovia colabora en la universidad popular fundada en dicha ciudad. Imagino lo inspirador que debe ser que te de clase el autor de estos versos:
“Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.”
En 1927 ingresa en la Real Academia y un año
después conocerá a la poetisa Pilar de Valderrama, la Guiomar de sus
poemas, con la que mantendrá
relaciones secretas durante años. Fue otro amor brutal, seguramente no
consumado al ser ella casada. Pero gracias a esta pasión el poeta volvió a la
vida.
“Creí mi hogar apagado
y revolví la ceniza…
me queme la mano.”
No fueron estos sus últimos momentos felices,
aún quedaban días gloriosos. Pero cada vez serán menos. En los años 20 y 30
escribirá teatro junto a su hermano Manuel y será también el momento del
nacimiento de su alter ego Juan de Mairena, con el que expondrá mediante
“consejos, sentencias y donaires” todo un tratado de moral. “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de
ser hombre” nos dice y los
demás solo podemos asentir.
“Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano"
Con estas palabras, seis años después y en plena guerra,
recordará lo que para él significó la proclamación de la República. Afiliado
desde el año 26 a Acción Republicana y posteriormente a Izquierda Republicana,
Machado puso su pluma al servicio del desarrollo y mantenimiento de la
República. Es uno de los impulsores de las Misiones Pedagógicas, iniciativa
lanzada en mayo de 1931 por el Gobierno Provisional. El 7 de abril de 1934
encabeza la firma de un manifiesto “Contra el terror nazi”. A partir de estos
momentos, consciente del peso de su nombre, no dudará en firmar todos los
manifiestos antifascistas que se le pongan por delante. Nada más
comenzar la guerra se funda en Madrid la Alianza de Intelectuales
Antifascistas. Machado se adhiere a ella enseguida.
Antonio Machado con Gregorio Marañón, Antonio Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala
Se inicia el cerco y también los bombardeos a Madrid y Machado escribe:
“¡Madrid,
Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena,
Rompeolas
de todas las Españas! (…)”
Caen bombas incendiarias sobre la Biblioteca Nacional, el
Museo del Prado y el Palacio de Liria. Machado escribe un texto condenatorio.
He buscado información sobre la reacción del poeta ante la quema de conventos
del año 31. Y no he encontrado nada. Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y Pérez
de Ayala (miembros junto al propio Machado de la Agrupación al Servicio de la
República), firmaron un documento en el que instaban a que se pusiera fin a
estos desmanes, esperanzados en que sus palabras tuvieran calado, porque los
estudiantes y los gobernantes, de quienes dicen que fueron los que más hicieron
por la llegada de la República, no hubieran participado de esta barbarie.
Machado no lo rubrica y, siendo él un poeta que escribe para el pueblo, creo
que debía haberle dicho a ese mismo pueblo que acabara con ese horror. La pregunta está clara: ¿Este silencio
le inhabilita? La respuesta está clara también: Rotundamente, no.
Cuando la Junta de Defensa decide trasladar a los intelectuales
y hombres de ciencia que quedaban en Madrid a Valencia, le toca a Machado, en
el acto de despedida, decir unas palabras en nombre de todos: “Yo no me hubiera marchado; estoy viejo y
enfermo. Pero quería luchar al lado vuestro. Quería terminar mi vida que he
llevado dignamente, muriendo con dignidad.” Tanto desde Valencia como
después desde Barcelona, sigue el desarrollo de la guerra. Envía artículos y
colaboraciones a distintos periódicos en defensa de la República.
El 22 de febrero de 1939, en Colliure, un pequeño pueblo
al sur de Francia, cansado y desgastado por la enfermedad y el dolor, muere
Antonio Machado. Tal y como predijo en su poema “Retrato”,
“Y cuando la hora
llegue del último viaje
Y esté
al partir la nave que nunca ha de tornar
Me encontraréis
ligero de equipaje
Casi
desnudo, como los hijos de la mar”
así será su muerte. Porque ni tan siquiera la ropa que
llevaba era suya. Había llegado con lo puesto y un francés con el que entabló
amistad le había prestado a él y a su hermano José ropa para pasar esos días.
Qué pena inmensa. Tres días después fallecería su madre, que también había
tenido que partir al exilio. Pero como el dijo:
“Ni el
pasado ha muerto
ni está
el mañana,
ni el
ayer escrito”
Los últimos días de Antonio Machado.
Esta es parte de la vida de un poeta pobre, nacido en un
país pobre, que dijo que el camino no existe, que este se hace al andar. Hay
que ser valiente para andar cada uno dignamente el suyo propio. Con sus luces y
sus sombras, Machado no solo caminó sino que abrió senda.
Por Rita Sánchez
2 comentarios:
Precioso trabajo. Enhorabuena Rita.
Expresiones
Piedra
Muy bonito el "En los libros..." de este mes, Rita. En cuanto al silencio de Machado ante la quema de iglesias y conventos de 1931, es totalmente coherente con su pensamiento. El episodio, que no justifico, fue uno de los varios brotes de iconoclastia y anticlericalismo de la España contemporánea y debe ser situado en un contexto de aversión de parte de las clases populares ante el inmenso y abusivo poder de la Iglesia, o al menos de sus dirigentes, convertidos desde el inicio de la Restauración borbónica de 1875 en parte integrante de la oligarquía de poder. Todo ello en una España con enormes desigualdades tanto económicas como sociales y políticas (en Andalucía, Extremadura y La Mancha, malvivían dos millones de jornaleros con sus familias, por ejemplo).
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