jueves, 28 de julio de 2011

En los libros todos amamos la maldad absoluta en clave feminina.

Cuando Jasón y sus argonatuas llegan al Cólquida y reclaman el vellocino de oro al rey Eetes, este le promete que se lo dará si hace una serie de tareas. Una tontería de nada como uncir dos bueyes que exhalan llamaradas por la boca, arar un campo con ellos y sembrar en los surcos arados unos dientes de drágón. Como se ve, Eetes tenía ganas de soltar el vellocino. Jasón va y dice que venga, vale, de acuerdo. Sin tener ni idea de cómo hacerlo. Pero ahí que aparece Medea, hija del rey y además bruja (para eso su tita se llama Circe) que se enamora como una burra (otra más) de Jasón y le da toda clase de pociones para que pueda lograr superar la prueba. Invulnerable al fuego y dotado de fuerza sobrenatural, Jasón unge los bueyes, ara el campo, siembra los dientes de dragón. Que de los dientes de dragón resulta que brotan unos guerreros armados hasta los dientes... Detallito que se le olvidó comentar al rey. Medea, que estaba en todo la mujer, le dejó preparada una piedra a su Jasón para que la tirara entre los soldados que no estaban muy despabilados todavía y se pusieron como tontos a luchar entre ellos. Eetes estaba muy tranquilo y hasta se había olvidado de Jasón, así que cuando este aparece a por el vellocino, el rey, mosqueadillo, le dice que tararí que te vi. Medea, otra vez ella, guía a los argonautas hasta el lugar donde estaba escondido el vellocino, impide que la serpiente que nunca duerme les hipnotice, duerme a la serpiente y consigue que Jasón robe el vellocino y tire para su patria. Medea, sabiendo que su padre igual no la iba a perdonar, se va con la expedicion. Jasón, en el momento de subidón, le dice que se va a casar con ella, jurando incluso que le sería siempre fiel. Jejejeje. Eetes, cuando se entera del asunto, organiza una flota comandada por su hijo Apsirto para darles caza. Y les alcanza. Jasón, un hombre de los pies a la cabeza, le dice a Apsirto que le devuelve a su hermana a cambio de continuar viaje con el vellocino. Medea no estaba de acuerdo, dejémoslo ahí, y vuelve a pensar un plan. Esta vez, muy chungo: convence a su hermano para que se presente solo a la negociación y que así Jasón le pueda asesinar, trocear y tirar sus restos al mar. Y Jasón ni le discute. Eetes, el pobre hombre, recogió uno a uno los trozos en los que habían destrozado a su hijo.  Y así fue cómo huyeron los argonautas. Pasan más cosas, muchas más, pero creo que con esto es suficiente para ver que la mujer estaba loca-como-una-chota por Jasón. Y qué hizo Jasón. Se casa y tiene dos hijos con ella, pero en cuanto llegan a Corinto acuerda con el rey Creonte dejar a Medea para casarse con su hija Glauca y así subir a un trono. Medea, loca de celos, envía un manto a Glauca que en cuanto se lo pone se convierte en una llama ardiente y la mata entre alaridos. No se queda a gusto y decide matar a sus propios hijos. La pregunta es ¿es la mujer más mala de la historia de la literatura? Tiene muchos puntos para ello.



Otra que es más mala que todas las cosas, pero que por lo menos tuvo remordimientos de conciencia es, cómo no, lady Macbeth. Fría, calculadora y perversa. Dándole la matraca todo el santo día a Macbeth para que mate al rey y ocupe su trono (
"Nunca verá el sol de mañana. En tu rostro, esposo mío, leo como en un libro abierto lo que esta noche va a pasar. Disimula, prudente. Oculte tu semblante lo que tu alma medita. Den tu lengua, tus manos y tus ojos la bienvenida al rey Duncan: debes esconder el áspid entre las flores. Yo me encargo de lo demás. El trono es nuestro.") . Es la que inspira toda la historia, pero su grandeza como personaje estriba en la transformación gradual que experimenta. Si al principio critica a Macbeth por sus remordimientos, por su falta de ambición y sentido de la oportunidad ("Yo he dado de mamar a mis hijos y sé cómo se los ama. Pues bien, si yo faltara a mi juramento como tú has faltado, arrancaría el pecho de las encías de mi hijo cuando más risueño me mirara y le estrellaría los sesos contra la tierra"), poco a poco se va ablandando con el peso de su culpa ("¿De qué nos sirve haber logrado nuestros deseos. Es preferible la paz de nuestras víctimas al falso goce que procede del crímen"), evoluciona hasta acabar desecha, intentar frenar a su esposo y suicidarse ("Lejos de mí esta horrible mancha. Ya es la una... las dos... Ya es la hora. Qué triste está el infierno... Vergüenza para tí, marido mío. Guerrero y cobarde. Y qué importa que se sepa, si nadie puede juzgarnos... Pero, ¿cómo tenía aquel viejo tanta sangre?" ). Es tan compleja que hipnotiza: ambición, voluntad, fatalidad y culpa. Nunca cinco actos dieron para tanto.
 




No es fácil llevar una casa siendo viuda por segunda vez, teniendo cinco hijas solteras, una madre demente, una criada de carácter y pueblo entero, cotilla como cualquier pueblo, desando poder hablar también de ti porque te has dado toda la vida muchos aires de señorío. Tu criada es capaz de escupirte que, igual que no hay en el pueblo hombre buenos para tus hijas porque todos son más pobres que tú, tus hijas pueden resultar pobretonas en otros sitios. Y eso duele. Cuando por fin aparece alguien adecuado para casar a tu mayor, otras dos nacidas de tus propias entrañas se enamoran del ínclito y se dejarían matar por estar con él. Tanta pasión entre las parades de tu casa, y tú, que duermes con un ojo abierto, no lo has visto venir: 
"En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle" "Áquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón" "Carbón ardiendo en el sitio de su pecado". Ni  todas las amenazas del mundo, ni todo el odio y la violencia que eres capaz de ejercer van a conseguir aplacarlas. Y serás capaz de disparar una escopeta para evitar la vergüenza. Y no fallas. Pero tu hija, a su manera, tampoco falló y prefirió acabar con su vida antes que volver a encerrarse después de haber conocido el calor de un hombre. Pero tú lo negarás siempre y no habrá quien tenga las narices de decirte en tu cara que tu hija no murió vírgen. Que para eso está muerta. Efectivamente. Para ser peor madre que Bernarda Alba hay que currárselo.







Por Rita Sánchez.

3 comentarios:

Jony dijo...

Que soltura chica.Me dejas asombrado.Anda buscate una novelita de estas de mujeres malas malísimas ,la adaptais y haceis un corto.Rita escribes muy bien, tu puedes, y despues de leer ésto estoy comvencido que eres capaz de eso y de más.Que me gusta leerte.

Rita dijo...

Muchas gracias, Jony. Me gusta que te guste leer mis entradas. Ojalá tuviera la capacidad de escribir un guión, pero de verdad, de verdad, creo que no es el momento todavía.

Luis dijo...

Como siempre, me ha encantado. Y suscribo plenamente lo que dice Jony de que "tú puedes". ¡Vaya si puedes!