En este momento y en este mundo que nos ha tocado vivir son muy importantes los gestos. Contaban que en un pueblo los vecinos vivían atemorizados por las bravuconadas de uno de ellos que con su gesto y con la frase de ¡Cómo haga lo que mi padre hizo en el Valle! no había nadie que le doblegara. Pasaba el tiempo sin que nadie se atreviera a interpelarle pregunta alguna. Lo lógico era cuando menos decirle: ¿Qué hizo tu padre en el Valle? No había manera ni valentía para enfrentarse al bravucón , hasta que cierto día, ya hartos de tanto matón y bravuconería, un grupo se atrevió con la pregunta, a lo que este sorprendido y sin arrestos contestó: ¡Pues salir corriendo! Todo lo del bravucón no era más que un gesto.
Desde hace tiempo no sé qué gesto y qué intereses nos hacen que un país dictatorial nos tenga doblegados, sometidos a sus caprichos y algaradas, eligiendo el momento y la situación propicia para ello, y nadie como los vecinos del pueblo con el bravucón se atreve a preguntar o a mover ficha para ver la reacción, no sea que estemos aguantando y la respuesta sea como la referida anteriormente.
Nos dicen que el vecino es un socio importante con el que nos unen muchas cosas: relaciones comerciales, el control de la emigración, que muchos quisiéramos saber cuál es ese control, cuando no dejan de llegar pateras repletas de subsaharianos y magrebíes. Y por otra parte aprovechan cualquier situación de desavenencias en España para asaltar las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, personas que una vez atendidos por la Cruz Roja, ya se les pierde la pista y no sabemos sin son devueltos a su país de origen, viven en centros de acogida, o vagan por nuestras calles o plazas. Pero también quisiéramos saber lo que nos separa, por lo pronto el respeto y la defensa de los Derechos Humanos.
Hubo quién estuvo toda su vida entrando a los espectáculos de masas, fútbol y toros, por la cara, con solo levantar la solapa. Los porteros le atribuían un cargo que no tenía y nunca le preguntaron qué llevaba bajo la solapa. El gesto descolocaba a los porteros.
A ver si averiguamos el gesto del vecino, aunque coja descolocados a seis millones de españoles.
Por Ricardo Bajo León
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