Entre estas dos portadas hay treinta años de vida y pasión por la cultura pop.
En el otoño de 1989 llegué a Málaga para iniciar estudios universitarios. Mis gustos musicales estaban en pleno proceso de construcción. Estaba ávido de nuevos sonidos, de descubrir nuevas bandas y músicos. De la misma forma también la cultura pop empezaba a tomar protagonismo en mis intereses vitales. Retomé la lectura de cómics, con cierta independencia económica por haber trabajado durante el verano (ese que llamaron el Segundo Verano del Amor) en un supermercado. Había descubierto Radio3 y su programación alejada de los cánones de las emisoras locales que había escuchado hasta entonces. Ahora sus programas y su selección musical me acompañaban. El primer ejemplar lo compré en un portal de calle Casapalma donde vendían también cómics de grapa y cuya portada destacaba lo mejor del año anterior. Así con una de sus más famosas señas de identidad, las listas de lo mejor del año, comenzó mi seguimiento que ha durado hasta ahora. Hasta el número de marzo de 2020, pues los dos posteriores están a la espera de ser adquiridos en plena pandemia.
Durante 30 años ha sido guía, faro, prescriptor, ha señalado el camino, me abrió las orejas, me descubrió la fotografía de conciertos, conocí el proceso creativo de los músicos, algunos confesaban sus demonios interiores, otros la luz del hedonismo. Descubrí nuevas tendencias musicales, viví con ellos el Madchester, el sonido indie español, el Brit Pop, el Acid Jazz, el Trip Hop, la Americana, recuperé clásicos y olvidé a promesas. Asistí a festivales que solo conocía por sus crónicas. Con el boli en la mano señalaba para el futuro qué canciones, discos y bandas debía seguir. Escuchaba una y otra vez los cds recopilatorios que offrecieron durante bastantes años. Varios de ellos los utilicé en sesiones de música en el desaparecido Zigamar. Además fue abarcando más áreas de la cultura pop, el placer lector creció. También había lugar para el desencuentro, para la polémica. No voy a negar que la revista tenía cierto regusto elitista, de conocimiento que no estaba hecho para ser paladeado por aquellos que la comprábamos a principio de cada mes.
En los últimos tiempos seguí siendo fiel, mientras dejaba de comprar otras revistas como el Fotogramas, en decadencia para mi gusto. Pero por saturación de oferta de ocio e información cultural por internet lo cierto es que no llevo su lectura al día, ni siquiera al mes. Algunos de sus contenidos se me han hecho muy farragosos de leer, necesitan de concentración. Por otro lado, gran parte de las entrevistas no me interesaban, bandas que no escuchaba o que no tenían ningún interés, pese a estar abierto a nuevas propuestas. Igual soy un abuelo cascarrabias al no conectar con ciertos discursos creativos. Será la edad o será que hay un vacío de intenciones o será todo al mismo tiempo, junto con una cada vez más complicada distribución que hace que comprarla sea una odisea.
Sea como sea, sus páginas me han acompañado durante gran parte de mi vida, casi una entidad que te avisaba de lo bueno, aunque algunas veces pensara que era un poco latazo. Ahora es momento de decir adiós al amigo que sea va en unos tiempos aciagos.