sábado, 25 de agosto de 2007

La rumba del siglo 21 invade el Festival de las Tres Culturas.


Meridiano del Festival, más gente que nunca, pero sin grandes agobios. Ríos de personas paseando por las calles empedradas, mirando los puestos, planteando el itinerario para completar la Ruta de la Tapa en el menor tiempo posible. No hay grandes aglomeraciones, sólo a la llegada para encontrar el Valhalla, un aparcamiento libre. Afortunadamente, ya está disponible el parking de la plaza de la Cañada del Ingenio. Menos mal, así hay más tiempo para recorrer los establecimientos y comer unas cuantas tapas. Este año no se me escapa el regalo (no tengo ni idea de lo que es).
Primera parada, Restaurante Bodega Don Pepe, bonitas vistas, pero la taboulé servida en plato de plástico, ni fu ni fa. Al menos esta noche puedo refrescar el gaznate con una cañita bien fresquita.


El día anterior se nos había quedado pendiente las albondigas de las tapas del Sacristán. Ya teniamos el sello, pero lo importante es saborear el manjar. Y las albondigas estaban muy ricas, lástima que la ración estaba más mermada, pero no era plan de quedarse sin vituallas a las primeras de cambio. Mientras saboreabamos la salsa de las albóndigas contemplabamos las proyecciones de los templos religiosos correspondientes a las tres culturas sobre la fachada de la Iglesia de San Antonio.



En Frigiliana no importa el número de tapas que te metas entre pecho y espalda, con tanta escalera y cuesta hacia arriba y cuesta hacia abajo, entra rápidamente las ganas de comer. Así que no nos importó comernos unas migas con chorizo servidas dentro de una tarrina de helados Carte d´or. Tenía su gracia ver como sobresalía el chorizo por encima de las migas y cómo te daban además una cucharita de plástico para darle un tiento a la tapa. Alguien nos comentó que para los vegetarianos la cosa estaba dificil, sólo taboulé, couscous y migas. Es cierto, mal momento el Festival de las Tres Culturas para hacerse vegetariano.
La hora del concierto de Ojos de Brujo se acercaba, había que acudir rápido al polideportivo para coger sitio. Pero en el paseo hacia allí, pudimos seguir disfrutando de pasacalles y momentos curiosos, la distensión y la diversión reinan. La admiración de muchos nerjeños es patente al comprobar que actividades de este tipo son posibles, y con envidia nada disimulada nos preguntamos por qué en un pueblo mucho más grande y con más recursos como es Nerja, no se realizan eventos de este tipo.

Con pensamientos de esta índole charlamos hasta que Ojos de Brujo salen al escenario de La Horca (así se llama el polideportivo) y con su fusión explosiva de rumba catalana, hip hop, ritmos cubanos y funk, adereazados con arreglos hindúes, hacen bailar a gran parte del público entregado a su música. Percusiones, guitarras flamencas que suenan como metralletas de ritmo caló. Trompeta y teclados cubanos que dibujan filigranas sobre las que Marina, cantante de Ojos de Brujo, suelta las letras reivindicativas, retratos de una Barceona multicultural. Desde los platos, el Dj nos bombardea con samples que transforma a la rumba catalana en un ritmo del siglo 21. Actuación de casi dos horas de duración, donde hubo lugar para todo, conjuga tradición con posmodernidad, baile flamenco con proyecciones sobre una pantalla que enriquecían el espectáculo total de este grupo catalán. Una pena que parte de este concierto me lo perdiera por el pésimo servicio de la única barra que servía bebidas. Demasiado calor para aguantar sin remojar la garganta. Pero este punto negro para nada hace sombra al gran concierto que anoche se pudo disfrutar. A continuación un aperitivo de lo que se vivió con Ojos de Brujo.

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