Habrá cosa más difícil y casi imposible que volver a introducir en un envase de un medicamento el folleto explicativo sobre la composición, indicaciones, contraindicaciones, posología... del medicamento en sí. Hoy he tenido la necesidad de comprar un colirio, el envase mide 7 cms. y el folleto 50 cms. (me he tomado la molestia de medirlos) enrollado en forma de acordeón. Una vez abierto el envase y desenrollado el folleto, viene el problema ¿Quién es capaz de volver a enrollar el folleto, tal cual venía? Comienza una odisea que pone de los nervios al más templado, optas por doblarlo a tu estilo, pero no cabe el medicamento, intentas nuevamente doblarlo siguiendo los pliegues, imposible. Al final metes el medicamento y el folleto lo arrugas y, más mal que bien, lo metes en el envase. Los laboratorios deberían incluir en el folleto además de todo lo concerniente al medicamento, unas explicaciones de cómo doblar el folleto una vez leído. Seríamos muchos los que se lo agradeceríamos por aquello de la edad, los nervios y el follón del folleto. El folleto del colirio con sus 50 cms. lo he doblado cómo he podido y permanece fuera del envase, encima de la mesita de noche ¡Es que es medio metro de folleto!
Y para colmo su lectura te lleva a la más absoluta de las incertidumbres sobre la conveniencia o no de tomarte el medicamento. No sabes si tomarlo o dejar que el mal pase sin ingerir la medicina ante tantas contraindicaciones y advertencias de si padeces tal o cual enfermedad, cosa que por otra parte ignoras y te hace pensar si el médico que te ha recetado está al tanto del texto del folleto.
Total, no soy lingüista pero folleto y follón me parece que tienen algo que ver entre sí.
Por Ricardo Bajo León
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