martes, 15 de mayo de 2018

El tiempo, la luz y el Sur.

La vida es eso que ocurre fuera de campo, en los márgenes, fuera de nuestro control y mirada. Esos silencios que ocultan misterios y que en nuestra imaginación años después, cuando es demasiado tarde, nos preguntamos su por qué.

Podríamos ser unos veinte espectadores en la sala de cine de un pueblo. Días atrás, unas cuartillas fotocopiadas anunciaban la proyección de la película "El Sur" de Víctor Erice. Un colectivo de residentes extranjeros se reúne para ver en gran pantalla cine de todo género, siempre en versión original. En la sala oscura los espectadores nos esparcimos. Yo tengo mi lugar preferido en el cine, lejos de la puerta, donde estirar las piernas. Siempre me acordaré de una sesión invernal, con muy pocos asistentes, creo que viendo la última película dirigida por Peter Weir. En el interior de la sala hacía un frío tremendo, no comaprable con el del gulag del que se escapaban los personajes. En esto el proyeccionista nos trajo una manta. Cosas de criarse a pocos metros de su casa.




Era tarde de domingo. Este año la primavera anda revuelta. Suele suceder algo muy extraño cuando se entra en el cine de día y se sale ya anochecido. Creo que durante ese tiempo hay un salto a otra dimensión en donde nos transformamos con el rito de vivir otra vida en la gran pantalla. O no es otra vida, sino nuestra propia existencia reconocida a través de otros. Y eso es "El Sur". En otros personajes reconoces a tus seres queridos, verás sombras que ya dejaron de serlo. Recuerdas la mirada de tus abuelas, las calladas cuando hablaban de esos misterios que uno intentaba interpretar, casi las texturas y roce de las batas, de las mantas, de las maderas, el crujido de los muelles de las camas, el lado de la pared antes de dormirte.

"El Sur" se define por su ausencia, por su mitificación e idealización, por ese lugar en el casi nunca nieva y los colores refulgen. Donde los padres y los hijos se pelean y nunca volverán a encontrarse. Donde los amores se quedan atrás y las cartas luchan por recuperarlos. En "El Sur" el paso del tiempo es capturado en la transformación de la luz, en sombras que se mueven, en ventanas que viran del amanecer al atardecer.

Siempre se descubre una película y más si es la primera vez en la gran pantalla. Nunca entenderé quien defiende romper la magia, el rito, la ceremonia pagana de ser engullido por la gran tela blanca, escapar de la hipnosis de unas mentiras que se convierten en una gran verdad, de sentir todo el peso de la imagen. Víctor Erice y José Luis Alcaine por una vez se escapan de la condena y vuelven a emocionar, a meternos el corazón en un puño con los silencios y los recuerdos de Agustín, Julia y Estrella.