jueves, 14 de mayo de 2020

Lecturas en el rebalaje - "Caballos lentos" de Mick Herron.

Lo llamaban "nuestro juego favorito". A uno y otro lado del Telón de Acero los distintos servicios secretos de cada país se afanaban por conocer los secretos de los adversarios, incluso de los aliados. Y crear además falsas miguitas de pan para confundir al contrario. En este escenario las novelas de espionaje vivieron una época dorada. Lo cierto es que el arte de buscar secretos y plantar falsas verdades siempre ha estado presente y siempre lo estará. Tendremos versiones más estilizadas de lo que es un espía y sus métodos de trabajo, o más más castizas, como bien encontramos al abrir la prensa española. Y unos maestros en reflejar en la ficción los dimes y diretes de sus agentes secretos es la literatura anglosajona.



Ahora con las fronteras difusas en un mundo globalizado, donde la información circula codificada en ceros y unos Mick Herron nos plantea un supuesto muy atrayente como punto de partida: ¿Dónde van a parar los espías torpes? Pues el escritor británico nos propone la Casa de la Ciénaga. Allí es donde se dedican a tareas menores y muy secundarias aquellos que han fracasado en sus misiones. Al frente se encuentra Jackson Lamb, un antihéroe que detrás de una apariencia inofensiva sabe utilizar las cloacas burocráticas con especial agudeza. Y saca petróleo de unos agentes caídos en desgracia, algunas veces por motivos kafkianos, casi firmados por un lacónico "órdenes de los superiores".

Desde hace unos años la amenaza es el terrorismo yihadista. Hacia él se dirigen todos los esfuerzos. En un caso de secuestro televisado, con hora final de desenlace, los agentes de la Casa de la Ciénaga tienen la posibilidad de la redención, pero recordemos nada es lo que parece. Podemos encontrar paralelismos con personajes protagonistas de la convulsa política británica, aunque los tiempos van a su propio ritmo y lo que en un momento pudiera resultar actual, ya forma parte de un pasado que nos parece muy lejano. Y el enemigo puede tomar mil rostros.

"Caballos lentos" es una más que aceptable novela de entretenimiento donde no hay lugar para héroes, más bien para perfiles egoístas, ambiciosos, arribistas, poco fiables, entre los que destaca sin lugar a dudas Jackson Lamb. En todo un abanico de profesionales del espionaje él parece estar cortado por un patrón del profesional con un código ético que se ha ido desgastando año tras año detrás de un escritorio, pero que sin torcer el gesto sabe mover los hilos sin que nos demos cuenta. A medida que avanzaba la lectura de sus páginas se mostraba como un candidato más que efectivo para ser trasladada su trama a una serie de tv muy adictiva con continuos giros y suspense que tan bien suelen producir la BBC y competidoras en el audiovisual británico.