martes, 5 de mayo de 2020

Relatos de los días intrusos (I) - Anotaciones.

ANOTACIONES.
de Ricardo Bajo Gaviño.

Años después estoy de nuevo frente al gran armario del dormitorio de mis padres, un armatoste que abría en la víspera de la Noche de Reyes. Entonces buscaba los juguetes escondidos dentro del perfecto orden de la ropa. Ahora mi padre, sentado al borde de la cama, me mira de forma ausente. Nunca he abierto esas puertas en su presencia. No tengo miedo de que me reprenda, los recuerdos se han perdido en la espesa niebla de su enfermedad.


Llevamos días encerrados en casa desde que vine a cuidarlo. Estoy cansado de ver las noticias. Se las comento, pero parece no entender nada. Ya somos dos. La novela que leo no me atrapa. Camino en el pasillo contando dos mil baldosas. Él se cansa en la 134. Ayer un anuncio radiofónico de seguridad privada me recordó la existencia de una pequeña caja fuerte en la casa. La veía cada año durante el reconocimiento fugaz del gran armario en la búsqueda del tesoro navideño. Mi madre nunca me habló de ella y tampoco me atreví a preguntarle a mi padre. Ahora él no podría responderme. Pero sentí que este era el momento de abrir esa caja metálica.


Aquí sigue, cuadrada, gris y fría, aunque esté rodeada de prendas de lana. No contendrá nada de valor. He encontrado la llave entre un manojo guardado en el cajón de su mesita de noche. Dentro escrituras de la casa, recibos del Ocaso, su pillacorbatas de las grandes ocasiones, regalo de mi abuela. Me llaman la atención unos libros con tapas de falso cuero. Son agendas con los años impresos en oro en su cubierta. Recorren desde el año 1971 hasta 1990. No recuerdo a mi padre escribir en ellos, pero allí están anotadas nuestra infancia y adolescencia. 


Sentados en la terraza leo en voz alta cada apunte de las vacaciones de verano, de los pagos de las matrículas del colegio, del banquete de la primera comunión, del ingreso de las becas universitarias. Muchos detalles de la vida familiar en forma de números están allí reflejados. Me río con las apreciaciones de esos momentos y, en ocasiones, al mirar a mi padre mientras repaso las anotaciones, me parece que asiente viajando también en su memoria.