Despertar
Lo que me temía, mis sospechas eran ciertas, ni yo soy yo ni esta realidad es real. Lo había pensado a menudo, mientras veía los telediarios, cuando observaba a mis hijos sin que se dieran cuenta, en el metro camino del trabajo; y es que nada parecía tener ni pies ni cabeza. Así que me propuse averiguar qué estaba ocurriendo y lo he descubierto: hay un tipo, por decirlo de alguna manera, porque en realidad es un ser viscoso y algo opaco, con ojos de sapo y mente de alquitrán, que me está soñando. Lo descubrí mientras estaba orinando, acababa de terminar y me la iba a sacudir, como hacemos los tíos después de mear, y me dije, pues no, hala, hoy no me la voy a sacudir, y me la guardé en el calzoncillo y cerré la bragueta y pensé, ajá, te he pillado ser viscoso y opaco con ojos de sapo y mente de alquitrán, puedo mear, no sacudírmela y no manchar el calzoncillo con las últimas gotas.
A continuación desabroché el pantalón con una seguridad que nunca había conocido en mí, me lo bajé, luego hice lo mismo con el calzoncillo y, ajá, no estaba manchado. Todo es obra de ese tipo viscoso y opaco con ojos de sapo y mente de alquitrán que sueña que me la tengo que sacudir y ver los telediarios y preocuparme de mis hijos e ir todos los putos días en el puto metro al puto trabajo. Pero se acabó. El calzoncillo está limpio y, al fin, soy libre.
Por Ricardo Sanz
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