domingo, 24 de febrero de 2013

Mirando a las musarañas (111) - ¿Al controlador quién lo controla?


Muchas son las veces que me pregunto para qué sirven los controles o las supervisiones económicas. De un tiempo a esta parte aparecieron en nuestras vidas. Sí, digo bien en nuestras vidas, porque  sus decisiones las condicionan. Son las compañías denominadas "ratings". Lo que en un principio nos pudo pasar desapercibido, se convirtió en una pesadilla cada vez que tanto en los diarios hablados de la radio, en los telediarios o en los periódicos, se nombraba o escribía ese anglicismo.

Parecía que sus informes eran independientes y el reflejo de un exhaustivo estudio. La calificación a los Bancos y las Sociedades de Capital Riesgo, con la máxima nota la triple AAA, hacía que su valor en bolsa subiera, al contrario de cuando su calificación iba bajando, las empresas se veían  inmersas en una desconfianza en los inversores, lo que les hacía perder su viabilidad. La prima de riesgo sube y las situaciones que otrora hacían subir y bajar la Bolsa, cambian  por los informes y calificaciones de estas Agencias.

Standar & Poor´S es una agencia de calificación de riesgo de acciones y bonos que determina la solvencia de los mismos. Junto con Moody¨S y Fitch Group son las agencias más influyentes en su ámbito. Influencia que sirvió para desencadenar la crisis financiera que vivimos. Se ha  descubierto que sus informes no eran todo lo fiables que deberían ser, pues eran juez y parte en la calificación. Semanas antes de descubrirse las Hipotecas Basura, en los EE.UU calificaron a Lehman Brothers con la triple AAA. En la crisis del 2008-2009 en Islandia concedieron la máxima calificación al principal banco islandés, que semanas después quebró, e igualmente a bancos en los que tenían participación daban y rebajaban la calificación para obtener beneficios con la compra y venta de acciones.



Y todo esto sin poner cara, ni saber quiénes son los que mueven los hilos que nos han llevado a esta situación,  madre de todas nuestras penurias.  ¿Y para qué? me pregunto.  

Por Ricardo Bajo León.

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