Todavía me siguen dando vueltas imágenes de la película Drive. Cine en estado puro, secuencias que combinan fibra musculosa con momentos de gran romanticismo, sin obviar explosiones de violencia explícita. Pero Drive logra un atmósfera de cierta irrealidad, de fantasía de pulp con el retrovisor en los 80. Un conductor que no se sabe de donde viene, alguien que se explica por sus actos, parco en palabras, expeditivo en sus métodos, pero profesional en su trabajo, metido en el mundo del crimen, pero con un férreo código de honor. Y como fondo sonoro, temas de pop electrónico con estribillos que no se te van de la cabeza y una música ambiental de Cliff Martínez que da soporte sonoro a uno de las mejores películas de los últimos años.
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