domingo, 29 de enero de 2012

Mirando a las musarañas (54) -La isla de la calma.

Quien hasta en tiempo tardío no escuchó el rumor de las olas y no visualizó su ir y venir poco podía sospechar que un archipiélago pudiera unirse tan íntimamente a su vida, a no ser que viajara a él de forma reiterada como hacen tantos y tantos españoles en su etapa de júbilo o, en otro tiempo, en su destino de viaje de novios. No hablo sino de Palma de Mallorca, con la que nos familiarizamos por aquella pegadiza canción de Alberto Cortes "Me lo dijo Pérez" y por la no menos conocida "El vuelo 502" que popularizaron Los Tres Sudamericanos. 

Tres acontecimientos han hecho que la Isla de la Calma esté  en mi recuerdo: dos vividos en primera persona y un tercero por transmisión oral y escrita. Palma de  Mallorca llegó a mi conocimiento por la participación pasiva de un  familiar en el trágico y accidental hundimiento del submarino C2 con base en el puerto de Sóller, el 27 de junio de 1946. Fue el mayor desastre de los submarinos españoles. En él perdieron la vida 44 personas entre oficiales, suboficiales y marinería. Mi tío Pepe estaba cumpliendo su servicio militar en ese submarino que, en unas maniobras cerca de Alcudia, fue abordado al emerger por el destructor Lepanto, produciendo su hundimiento. Afortunadamente, mi tío disfrutaba de un  permiso lejos del rumor de las olas y de los envites del mar en Antequera. De niño escuchaba a mis mayores relatar ese accidente acercándome de esa manera al archipiélago balear.


Otros dos momentos completaron esa intimidad con Palma. Cumplí mi servicio militar como voluntario en el Ala de Bombardeo Ligero núm. 27 en la Base Aérea del Rompedizo, en Málaga. Próximo a licenciarme, y para que no me ocurriera lo del marinero que a la pregunta de si sabía nadar contestó “Tan mal está la cosa que ya no hay barcos”, no quería servir al Ejército del Aire y no volar. Así que, enterado del vuelo que tenía previsto realizar un teniente conocido a Palma de Mallorca durante un fin de semana, me interesé si podíamos volar con él un compañero y amigo de milicia y yo mismo, a lo que respondió, para mi satisfacción, afirmativamente. Volamos en un "PEDRO"  (famoso en nuestra Guerra Civil, con motor Heinkel), el teniente, dos alférez, un radio, un mecánico y quien esto les relata junto a su amigo. Telegráficamente viajé bien, vuelo a baja altura, vistas bonitas, visita al barrio gótico, catedral y Paseo del Borne. A la tarde, regreso a Málaga a la hora prevista. Despegue desde el aeropuerto de Son San Joan. Pilotaban el "PEDRO" los dos alférez en prácticas bajo la supervisión del teniente, tal cual hacen los profesores de autoescuela en un coche, pero en este caso, en un avión. Sin quererlo ni pensarlo se salieron de la pista de despegue con el consiguiente susto para todos y el siniestro total del avión. Eso sí, sin ningún percance para la tripulación y los dos "polizones".

Qué pareja no tiene su banda sonora, qué acordes fueron los que iniciaron su primer baile. La suerte y la casualidad quisieron que mi banda sonora fuera el 1er premio del III Festival Internacional de la Canción de Mallorca del año 1963: una bonita letra y mejor melodía interpretada por Tony Dallara, "MARGARITA", cuya primera estrofa dice: “Ven junto al mar donde yo estoy, esperando por ti, preguntando por ti, en la playa que guarda tu recuerdo...”. Notas que aún me hacen mover el esqueleto.

Ahora, volando como tantísimos jubilados con el Imserso, me reencuentro con Palma, degustando una exquisita ensaimada con los acordes de la banda sonora de mi vida, en armonioso compás con mi santa esposa.

"Sin tu amor en la arena yo me pierdo...”

Por Ricardo Bajo León.

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