Regalo nocturno
Madrugada. Suena el timbre de mi casa. Cuando abro la puerta me encuentro con una caja negra sobre el felpudo. En el pasillo, nadie. Escucho que el ascensor desciende y corro hasta el hueco de la escalera para asomarme y ver quién sale. No tengo suerte. Se apaga la luz del rellano y me quedo a oscuras. Tanteando la pared vuelvo sobre mis pasos. Atónito contemplo la caja de gran tamaño sin atreverme a tocarla. Me siento ridículo aquí parado, dubitativo y en pijama. Cojo la caja y resoluto, entro y la deposito sobre la mesa de la cocina. No lleva ninguna nota. Me sirvo un coñac, bebo unos tragos y por fin, decido abrirla. No las tengo todas conmigo. Con mucho cuidado, levanto la tapa. Dentro, hay otra caja. Esta es verde. Como pasa con las muñecas rusas, cada caja contiene otra, más pequeña y de diferente color. Por fin llego a la última, es roja. Cuando la abro, me encuentro con los zapatos negros con tacón de aguja, que llevaba Lola la última vez que nos vimos. Excitado, corro al salón en busca del móvil. La llamo, pero no me lo coge. Regreso a la cocina. La vista de los tacones de Lola sobre la mesa, me hace hervir la sangre. La vuelvo a llamar. Quiero saber qué significa este regalo nocturno. Apenas llama una vez y salta el contestador. ¡La hijaputa ha apagado el móvil!
Por Marisol Calvelo.
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