miércoles, 24 de agosto de 2011

Microrrelatos de Mercurio (31) - Laberinto interior.


Laberinto interior

Entro en el bosque como siempre, pisando hojarasca marrón y húmeda. Los árboles se alzan majestuosos y entrecruzan sus ramas en las alturas en un signo de infinita amistad. Es una mañana brumosa de noviembre. El sol, con su pálida luz, ilumina aquí y allá el musgo prendido sobre los troncos caídos. Un rayo de luz, que se filtra entre el ramaje, me deslumbra. Abandono el sendero señalado y me dirijo hacia él, pero a medida que me acerco, se desplaza alejándose. La claridad brilla como un espejismo en medio del desierto, serpentea, me confunde. Mis pasos se vuelven  lentos. Creo que ando, pero no me muevo del sitio.  Después de un rato, me siento al pie de un haya cuyas raíces cruzan el suelo como cicatrices. Sí, no cabe duda, estoy perdido en un laberinto  y no encuentro la salida. Cierro los ojos tratando de ordenar mis miedos. Una brisa acaricia mi rostro. Un susurro de terciopelo me saca del letargo: “no te dejes deslumbrar por luces fatuas”. Cuando abro los ojos, no hay nadie. Frente a mí, el horizonte gris del asfalto. Habrá sido la voz del viento, me digo, apretando el paso.  

Por Marisol Calvelo.


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