La huida de un cuento
Un cuento se ha ido, así, sin más, sin decir ni pío, sin dar ninguna explicación. No era un gran cuento, era pequeñito, una cría de cuento, un microcuento. No trataba sobre ningún gran tema, no hablaba de amor, no había ningún loco, no moría nadie. Era un cuento sobre algo insignificante. Lo recibí con los brazos de la imaginación abiertos, lo acuné en mis palabras, dejé que jugara en las frases, que retozara en su propia trama. Pero no cogí el boli y él se debió sentir ignorado, quizá traicionado. Sí, fue de mi molicie de la que huyó. Un cuento se ha ido y me ha dejado con el alma llena de un amor no expresado; loco, exprimiendo mis neuronas, rastreando como un poseso esos circuitos eléctricos con el deseo de encontrarlo en cualquier cuneta haciendo autostop y estoy que me muero de rabia contra mí mismo y de tristeza. Amor, locura y muerte por un cuento que huyó de mí y que no iba de nada de eso, que se ha ido sin dejar ni siquiera una nota de despedida a buscar a otro menos zopenco que yo.
Por Ricardo Sanz.
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