domingo, 23 de febrero de 2014

Mirando a las musarañas (161) - Una motorización particular.


Siempre había ido al cortijo en el que trabajaba en bestia o andando. Sus padres querían algo mejor para él y el blanco cortijo de la campiña sevillana, que era el lugar donde trabajaron todos sus antepasados, no sería para Pepe su último trabajo. Su patrón poseía en Osuna, en cuyo termino municipal se encontraba El Albero, nombre del cortijo, un restaurante en el que Pepe desarrolló durante cincuenta años el oficio de cocinero.

El Café-Bar y Restaurante, situado en la céntrica calle Sevilla, hacía las veces de casino, lugar de encuentro de los ursaonenses, de reunión de tratantes de ganado, corredores de fincas y vendedores de cereales que se producen en su fértil campiña. Los días de fútbol  escuchaban a través de unos grandes altavoces la narración de los partidos. Una gran pizarra en la que al final del domingo se ponían, con tiza disuelta en agua, los resultados de la jornada era motivo de entrada y salida de las gentes para informarse. 

Pepe, cocinero autodidacta, preparaba un banquete para cien personas como también las ricas tapas que se servían en la barra. Todo preparado con fuego de leña, era reacio a las freidoras eléctricas que por aquellos años empezaban a imponerse. Siempre tuvo curiosidad por subirse en la moto de su patrón, una Derbi de 125 cc.,  pero a su vez tenía miedo. Los compañeros de trabajo y clientes conocidos siempre le hacían bromas sobre el día en el que se diera un paseo en moto. Todos sabían de su miedo a todo lo que se desplazara sobre ruedas por el impulso de un motor.  Las bromas se acrecentaron cuando el servicio fúnebre del pueblo cambió su carroza negra tirada por dos caballos con sus penachos de plumas sobre sus cabezas por un coche fúnebre motorizado. 


La pizarra, que era el lugar donde informarse de los resultados de fútbol, aquella mañana amaneció con un gran letrero que decía: Hoy a las cuatro de la tarde, Pepe "el Cocinero" se dará un paseo en moto por las calles de Osuna. A la hora acordada una gran cantidad de público se concentro a las puertas del Plaza, para ver el paseo en moto de Pepe. El otro paseo, también motorizado, no tardó en producirse.

Por Ricardo Bajo León.

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