miércoles, 14 de diciembre de 2011

Microrrelatos de Mercurio (47) -La ventana.


La ventana

Marcelo  se despertó sudando como un cerdo y con la respiración acelerada. Corrió a lavarse la cara, la pesadilla había sido atroz. Le faltaba el aire y necesitaba abrir la ventana. Pero el apartamento, que no estaba mal, pues se adaptaba a los doscientos euros que podía pagar de alquiler, no tenía ventanas. La única luz natural entraba por una claraboya en el techo. Nunca se quejó. Se sentía agradecido. Pero esa madrugada, todavía muy oscura, necesitaba una ventana.
Cogió la tiza con la que apuntaba la lista de la compra en una pizarrita y con gran habilidad dibujó un cuadrado en la pared. Un trazo por aquí, una manivela por allí y las dos hojas de su ventana se abrieron. Cuando Marcelo giró los tiradores, una bocanada de aire fresco se estrelló contra su cara. Olía a tierra mojada, a aire limpio y a amanecer. El sol despuntaba por la montaña de enfrente y algunos pajarillos madrugadores empezaban a piar. Deseó oler el azahar de las primaveras y dibujó naranjos en la calle bajo su mirada. El perfume penetró en su nariz, navegó por su sangre y revitalizó su espíritu. Marcelo disfrutaba de las vistas y del aire matutino, cuando una jovencita muy sonriente miró hacia su ventana dándole los buenos días camino de la panadería. Marcelo le sonrió y de una maceta, que su tiza plantó a toda velocidad en el alféizar, cortó un clavel y se lo lanzó a la joven que agradecida le devolvió un beso. Marcelo se sintió feliz y renovado con el aire fresco de aquella mañana primaveral. Bajó la persiana, soltó la tiza y volvió a su madrugada aliviado y satisfecho.

Por Maribel Martín.


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