Invasión carnavalera en las calles de Nerja.

Como año tras año, una riada colorista, bulliciosa, hedonista se apodera de las calles de Nerja. Centenares de personas se lanzan a ejercer su culto pagano a Don Carnal. El Dios Baco hace de las suyas, sin distinguir mucho entre las edades. Familias desde los más pequeños hasta los abuelos juegan a plasmar fantasías en trajes y actitudes. 

Desde su primera concentración hasta lo que pude ver, me ha dado la impresión que ha sido una de las ediciones del pasacalles que más personas ha congregado. Se han contemplado tipos de todas clases, unos desde los más elaborados, otros muy ingeniosos, otros fantasiosos y llenos de encanto y también los que sirven de simple excusa para reunirse con la panda y gozar de las efervescencias etílicas. 

El pasacalles cada año compruebo que es un ente vivo y mutante, en ocasiones permanecen algunas de sus constantes, entre ellas podemos distinguir a los carnavaleros que nunca fallan en su ingenio, al igual que se producen nuevas aportaciones, nuevas transformaciones... nunca se sabe cómo se hará carne el sábado de carnaval. Y cada vez tengo más claro que el pasacalles es para vivirlo desde dentro. Como espectador pierde parte de su gracia, por los retrasos, por la propia circunstancia de movilizar a todo ese torrente humano dentro de un orden (yo por desgracia pude ver solo parte del desfile pues tenía entradas desde hacía semanas para el magnífico concierto que dio Nacho Vegas en el Teatro Echegaray de Málaga). Pero todos no tenemos gracia para lucir un traje y vivirlo con intensidad, como también los propios carnavaleros necesitan de ser admirados. Y en eso estamos año tras año, en admirar su ingenio.

Próximamente un resumen del pasacalles (hasta lo que pude ver).