Uno de los males de nuestro tiempo es la soledad. La soledad no deseada, la que te viene impuesta por los avatares de la vida (hay otra soledad, la deseada para evadirte del mundanal ruido, recordando los versos del poeta).
Ahora estamos en tiempo de playa y puedes buscar esa soledad frente al mar leyendo un libro, escuchando música o recreándote con el ir y venir de las olas con ese sonido tan característico. En una playa de "tropecientos metros" con espacio suficiente para instalar una sombrilla lejos de ti, llega el dominguero, que en esta ocasión lo hace en cualquier día de la semana, y te planta el tenderete playero a escasos metros de tu butaca playera, tan cerca que percibes el olor de la tortilla de patatas, e incluso te da sombra no deseada.
Adiós soledad buscada, o, en el mejor de los casos, piensas que lo hace por tu bien. ¡Pobre hombre solitario!
Hoy me he acercado a una gran superficie comercial a primeras horas de la mañana. El aparcamiento vacío, sitúo el coche lejos de la entrada y salida. Una vez realizadas las compras, vuelvo al aparcamiento: todo vacío, salvo un coche aparcado junto al mío. ¿Habría espacio para aparcar? ¡Pobre coche abandonado!
Dicen que vivimos en una sociedad de libertades y bienestar. ¡Por favor, déjenme disfrutar de mi soledad deseada!
1 comentario:
Todavía hay alguna playa a donde no llegan los de las tortillas porque están un poco lejos y no se puede aparcar el coche al lado.
¡Que relajante es leer en la playa en soledad mirando las musarañas y rodeado de belleza!
Un abrazo
Bibliolibre
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