domingo, 21 de agosto de 2011

Mirando a las musarañas (32) - Los pícaros.


La picaresca está instalada en  nuestra sociedad desde hace siglos. Una obra señera de nuestra literatura, de autor anónimo y escrita en 1554, El Lazarillo de Tormes, refleja las dificultades para vivir en aquella época. Había que echar mano de la picaresca para subsistir. El pícaro utilizaba la artimaña, el engaño y la estafa para desenvolverse.

La vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades, fue la precursora la novela picaresca en Europa, junto con La vida de Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. En Francia nos encontramos con la Historia de Gil Blas de Santillana. El principal ejemplo de la picaresca alemana es El aventurero Simplicissimus y, en Inglaterra, Daniel Defoe nos dejo Moll Flanders. Estos personajes se nos presentan como personas desfavorecidas, servidores de hidalgos en horas bajas. El pícaro puede incluso causar simpatía por su ingenio y desparpajo; en otros casos, desprecio: en la vida, aunque se engañe, hay que echarle su mijita de gracia.


 Los pícaros de  nuestros días no están en los libros de novela picaresca. Nada que ver con los del siglo XVI, sólo caradura, desfachatez y tolerancia por quien  sufre de su picaresca: Una furgoneta con el anagrama de ALQUILEME, una voz enlatada con un machacón soniquete “Niña ya está aquí la ganga: saco de papas de 12 kilos a dos euros, acércate a la furgoneta, el kilo a 17 céntimos”. Uno es reacio a este tipo de ofertas, pero el soniquete y la vida en matrimonio te acercan a la furgoneta. Realizas tu compra, y una vez el saco en tus manos, te acuerdas del Lazarillo, del sursuncorda y de Mateo Aleman. De 12 kilos, nada de nada. Una vez en casa y para salir de dudas compruebo el peso. Son 10 kilos los que de papas lleva el saco.

Como el soniquete continúa y el furgón permanece en la esquina, no me resisto a hacerle ver que hay un error en el peso. Antes de disculparse, el "pícaro", con muy mala sombra me responde: “¡Qué quiere Vd. por 2 euros! ¡Sabe Vd. lo qué cuesta sacarlo!”. Por dos euros quiero lo que pregonan y no sé ni me interesa lo que cuesta sacarlo. Era la respuesta que debería haberle dado. Sonreí y me acorde de las Reales Ordenanzas de Carlos III, en uno de sus muchos artículos. Qué podía hacer, me dejé llevar por mi pensamiento, muy a mi pesar . 

No sólo los tiempos cambian, los pícaros también. 

Por Ricardo Bajo León

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