Comenzó el trío Elephant Riders con una sesión de rock sin concesiones, furia sonora, muro eléctrico que retumbaba en la sala, pero con evidente pericia instrumental, una maquinaria con una puesta a punto notable. Habrá que seguirles la pista.
Y si contundentes fueron los veleños, lo de Grand Astoria hay que señalar como hiperbólico. Una hora después del concierto aún me pitaban los oídos tras la descarga de rock duro no, durísimo. Con riffs de manual heavy, parece que hicieron un viaje por el rock de alto octanaje eléctrico, con paradas en la psicodelia, el rock progresivo, el ruidismo atrapado en loops manipulados desde los pedales y demás aparatitos dispersos por el suelo del escenario. Mientras, la botellla en mi mano vibraba. Apabullante sonido. No sopy especialmente seguidor de este tipo de música, pero su intensidad hacía inevitable zambullirse en semejante magma sonoro, abrasador.
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