domingo, 18 de agosto de 2013

Mirando a las musarañas (134) - Tres cuartos de paga.


El protagonista de este relato, bancario él, de siempre llevó la administración, que no el control, de las cuentas en su casa. Daba libertad a su santa esposa en el gasto, ya que ella era conocedora de los ingresos familiares. En tono coloquial, Juan así se llama nuestro protagonista, aplicaba aquello de este pan para este queso y este queso para este pan. Lógicamente de vez en cuando se daban un pequeño homenaje, pues sabido es por el gran público, aunque haya algo de mito sobre ello, que los bancarios han sido en otra época receptores de "muchas pagas extras". Mucho habría que hablar sobre ello y de los convenios colectivos de la Banca. Eso pensaba Juan, cada vez que alguien le echaba en cara las pagas que tenía. Argumentaba que cuando empezaron su andadura los sindicatos en este nuevo tiempo de democracia y sin ánimo de polémica, se firmaban convenios con menos beneficios que anteriormente, íba a la huelga, con el consiguiente gasto, y te estabas acordando de la huelga en cada retribución, y en muchos casos se llegaba a la firma con un acuerdo en cuanto a salarios inferior al que en cualquier momento de la negociación ofrecía la patronal. De otra parte al igual que en estos tiempos se ve con mal ojo la convocatoria de huelga por algunos colectivos, igual ocurría en el pasado con los empleados de Banca ¡Con lo que ganan, todavía quieren más! Las huelgas en general no son bien vistas, no ya por la incomodidad que producen al resto de la sociedad, sino por  ver la huelga no como un derecho sino como algo arbitrario.


Los beneficios de la Banca siempre han sido cuantiosos, pero hasta hace poco no eran conocidos por el público y mucho menos por los empleados.  Hasta que se acordó que esos beneficios fueran conocidos por todos. Y ahí empezó la lucha para que esos cuantiosos beneficios repercutieran en la nómina de los empleados  a base de cuartos de paga distribuidos en los meses cercanos al invierno por lo de la cuesta de Enero y al verano por las vacaciones, que  llegaban como agua de mayo a los  bolsillos de los bancarios.  

Juan con su carro cogía lo mejor del supermercado y animaba a su santa esposa a elegir lo que quisiera, próximamente llegarían tres cuartos de paga. El despertador sonó y Juan se despertó dándose  cuenta de que estaba jubilado y ya no tenía los cuartos de paga. Sé preparó para ir al ambulatorio para pedir una cita y luego ayudar a la compra a su santa esposa. Los sueños, sueños son. Tampoco le vendría mal con los tiempos que corren un cuarto de paga, aunque fuera en primavera.

Por Ricardo Bajo León

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