Qué mejor refugio para una noche de verano que un concierto lleno de sentido y sensibilidad. Christina Rosenvinge anoche nos emocionó, nos fascinó, nos hizo sonreír, nos llevó de la mano en formato acústico a sus encuentros y reencuentros, desnudó su corazón. Y tenía uno cierto temor a encontrarse a una cantante distante, fría, recluída en una urna de cristal donde proteger su pálida tez. Pero nos enamoró cantando sus juegos de seducción. Subyugados quedamos.
Además nos llevamos el sorpresón de su compañero de escenario, que no fue otro que Raúl Fernández, Refree, uno de los músicos y productores más inquietos e interesantes del panorama musical nacional (a los dos ya los pudimos ver por separado en el ciclo Martes Música de Diputación de Málaga ¿continuará esta oportunidad de ver conciertos a buen precio tras los cambios políticos en esta institución?). Junto a él, la valkiria, como la definió el ya chocheante Joaquín Sabina en una entrevista en El País, recurrió el cancionero contenido en su reciente disco, La joven dolores y el anterior Tu labio superior. También nos deleitó con una versión del Hallelujah de Leonard Cohen, se atrevió a interpretar en catalán un tema de Refree con acompañamiento al piano del propio Raúl Fernández. La magia fue llenando el teatro Cervantes y está llego al climax en el bis final tras los aplausos de un público en pie con la interpretación, después de 21 años, según la propia Christina Rosenvinge, de Chas y aparezco a tu lado. Sí, puro encanto y sales del teatro y te acuerdas de aquella frase de un suicida: "La vida puede ser maravillosa".
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