domingo, 27 de mayo de 2012

Mirando a las musarañas (71) - El niño que se entretenía viendo pasar los trenes.

El titulo del libro del escritor belga francófono, Georges Simenon, El hombre que miraba pasar los trenes, no tiene nada que ver con el encabezamiento de este relato. No es un plagio, es la reflexión de un adulto que en su niñez se entretenía viendo pasar los trenes.
 
Había una glorieta con su barandilla de escayola y vistas a la rica vega antequerana. Las vías del tren delimitaban una parte de esos terrenos. Por ellas circulaban y circula el tren correo Algeciras-Bobadilla-Granada y numerosos trenes de mercancías que transportan los productos que se cultivan en esa vega y la de la no menos fértil de Granada al puerto de Málaga. Lo hacen a través de ese pasillo que son los túneles del Desfiladero de Loa Gaitanes, orgullo de la ingeniería de su tiempo, con  su Caminito del Rey. Todos nos acercamos a las ventanillas cuando el tren alcanza ese punto en su recorrido.
 
Desde la glorieta y apoyado en su barandilla esperaba el paso de los trenes. También veía un tipo de tren más moderno, los niños lo llamábamos "La Cochinita", por su forma alargada. La estación de Antequera es una estación de paso, con su gran silo para almacenar el trigo como toda estación que se precie. Era un ritual el ir a despedir en aquellos tiempos de penurias a los emigrantes, días de lágrimas y en otros casos abrazos de alegría por el reencuentro.

 

Foto extraída de esta web.

Una circunstancia familiar poco trascendente hizo que avivara más en mi el amor por el tren. Ahora cuando disfrutamos de los trenes de cercanías y del AVE con su comodidad y velocidad, más me acuerdo de los trenes con maquinas de vapor, de su lentitud e impuntualidad, de aquellos andenes con olor a carbón, testigos mudos de tantos encuentros y desencuentros,  de la palabra retrete en la puerta del retrete, palabra hoy en desuso, de los tilos que daban sombra en la estación,la campana para avisar de la llegada y salida del tren, de ese reloj de gran esfera propio de las estaciones, de los vagones de tercera de madera y segunda con aquellos reposa cabezas de croché y portamaletas de rejilla.



¡ Cuántos recuerdos! El tren estaba presente en  nuestras vidas de niño, con trenes de madera, de hojalata y el siempre añorado e inalcanzable tren eléctrico en aquellos años.
 
El tren de nuestras vidas ha ido dejando en cada estación a familiares, amigos y conocidos. Los vagones son los mismos y el personal más escaso. Que nuestra estación este lejos, para seguir disfrutando de la vida, de nuestros seres queridos y del tren.



Por Ricardo Bajo León.

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