jueves, 31 de marzo de 2011

En los libros todos amamos la denuncia del horror.

El horror. El horror. El infierno existe, pero somos nosotros. Gabriel Chevalier. El Miedo. Novela sobre esa carnicería que fue la Primera Guerra Mundial. Contada por quien la sufrió en sus carnes. Por un chaval que iba ridículamente orgulloso camino del campo de batalla y que fue salir del pueblo y darse cuenta de la peligrosa tontería en la que se había metido. Llegamos de su mano a las trincheras. Con su fango perpetuo, sus piojos, sus diarreas, sus trozos de carne humana esparcidos. De carne humana que no es tuya, pero que no sabes por qué. Y el frío. Frío que dibuja tu silueta en la niebla. El calor que abrasa tu fusil. El hedor. Y sobre todas las cosas: el miedo. Miedo constante y agarrotador. Miedo a pensar que este es tu último segundo de vida. Y el siguiente segundo, lo mismo. Tal miedo a morir, tanto terror al dolor, tan insuperable, que muchos compañeros tuyos acabaron con su vida por su propia mano. Para no tener que soportar la incertidumbre del auténtico ser o no ser. Y tener que escuchar de labios de quien no vivió ese horror que eres un cobarde por haber sentido miedo, sólo miedo, durante la guerra. Ningún momento de exaltación del espíritu. Ni valor. Ni camaradería. Miedo. Y cómo explicarle eso a alguien que no ha visto las tripas de su compañero despanzurradas, o a un viejo de veinte años buscar sus piernas, o que no sabe cómo es una cabeza por dentro, que no ha visto gente suplicar por vendas infectadas con las que enfermarse y permanecer unos días más en el hospital.  Chevalier dice que la única ráfaga de metralleta justa en una guerra es la que se debería lanzar sobre los que desde un balcón arrojan, alegres, a sus hijos hacia la muerte.


El horror. El horror. El horror absoluto estaba al oeste de Varsovia, en una perdida estación de tren que se llamaba Treblinka. Allí existieron dos campos. El número 1, de trabajo o penitenciario, funcionó desde el otoño de 1941 hasta julio de 1944 y fue un infierno de hambre, tortura y muerte. Pero EL infierno quizá fuera el número 2. Que funcionó durante 396 días. Donde llegaban entre uno y tres trenes diarios. Cada tren, formado por 60 vagones que transportaban cada uno un mínimo de 150 personas. Haciendo las multiplicaciones oportunas, y tirando por lo bajo, llegaron a Treblinka unos tres millones de personas. Todas con el objetivo de ser exterminadas a través de un elaborado, preciso y rápido sistema, (pensado, creado e ideado por seres humanos, gente que nace del vientre de una madre) que acababa en una cámara de gas. Tres millones. El campo cesa su actividad no porque nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando y decidiera acabar con tanto horror, sino porque los propios presos consiguieron sublevarse, prenderle fuego y unos cuantos, lograr huir. Todo esto está extraído de Años de Guerra, de Vasili Grossman. Y una se pregunta mientras va y viene de vomitar del cuarto de baño, para qué leer sobre este horror. Para qué se va a enfrentar uno a esas páginas de pesadilla. Grossman, que sabe que el lector va a llegar a ese punto, te da la respuesta: para saber que pasó, que fue fácil que pasara, que no lo paró nadie y que todo lo que ha pasado puede volver a pasar. Y volvió a pasar.



Claro que volvió a pasar. Mismamente, entre el 13 y el 19 de julio de 1995. Y el lugar donde se vuelve a desatar el infierno en la tierra es Srebrenica, otro nombre para la vergüenza. Siete mil hombres musulmanes ejecutados y treinta mil hombres y mujeres deportadas a la fuerza. Otra plusmarca de eficacia asesina. De Srebrenica, entre otras perlas, habla este  libro que nos hace perder la fe en el género humano. Su título: No matarían a una mosca: criminales de guerra en el banquillo, de Slavenka Drakulic. Slavenka, con estilo periodístico, expone cómo pasa uno pasa de ser una persona que se levanta, desayuna, va al trabajo, se da una vueltecita y se acuesta a un ser que viola, tortura, asesina y disfruta con ello. Por cierto, hasta los juicios por los crímenes perpetrados en la antigua Yugoslavia, la violación no se consideraba crimen de guerra. 


¿Cómo una no se acuesta y no vuelve a levantarse cuando termina de leer sobre tanto odio y tanto dolor? Porque siempre hay sitio para la esperanza. Porque siempre hay alguien que se levanta y demuestra que el ser humano, cuando se pone a odiar es un crack, pero cuando decide ser un héroe tampoco hay quien le pare. Y sobre el heroísmo hablaremos próximamente.


Por Rita Sánchez

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Rita, creo que todos preferimos que hables del amor.

PopBelmondo dijo...

Todos no, yo prefiero que nos dé su visión de buenos libros, ya hablen de amor, del horror y de muchos más temas. Desde luego el amor es preferible al horror en nuestra vida diaria, pero cuando este existe se necesitan libros que lo denuncien.

Anónimo dijo...

Ricardo, creo que tu novia se puede defender sola

PopBelmondo dijo...

Por supuesto que lo sabe hacer estupendamente, anónimo, simplemente, que NO TODOS preferimos que hable del amor (solamente), además no creo que se tenga que defender de nada, porque creo que no hay ni ofensa ni ataque en tu comentario anónimo. Yo hago una observación a título personal, ya que he leído los próximos textos de esta sección y me gustan mucho, y por desgracia para ti, creo que el amor se va a tocar poquito.

Rita dijo...

Jorl, y yo diciendo que hoy no comentaba nadie!!
Efectivamente: Ricardo no me tiene que defender de nada (lo de defender a la novia, permite que te diga, te ha quedado un poquillo antiguo), y creo que no ha salido en plan caballero andante, sino exponiendo su postura: no a todos les gusta sólo que se hable del amor. Como se ve, a la primera que no le gusta es a mí. Y como bien ha dicho Ricardo, siento comunicarte que del amor el amor voy a tardar un tiempo en escribir.

Anónimo dijo...

Cómo os picáis. Rita, lamento decirte que yo y otros muchos vamos a dejar de leerte.

PopBelmondo dijo...

JAjaja, hasta luegoooorrrr, lo siento por ti y esos otros muchos, anónimo, os vais a perder unos textos muy buenos. ¿Y somos nosotros los que nos picamos? jajajajajajja.

Anónimo dijo...

Rita me ha encantado que hables de los horrores del siglo pasado.Espero tus proximos escritos sean o no de amor.Me gustaria que hablaras sobre libros de la guerra civil,me encantan,he leido muchos tantos de un bando como de otros pero me gustaria que hablaras de algunos que seguro que has leido muchos.pipi.

Rita dijo...

Pipi, la Guerra Civil española no la tengo muy trabajada, pero me he pillado hace poco A Sangre y Fuego, de Chaves Nogales, que son pequeños relatos sobre la contienda y está realmente bien. Y que me hayan gustado mucho mucho mucho: Todo Paracuellos y Todo 1936-39, los cómics de Carlos Giménez. Obras maestras los dos. Los Girasoles Ciegos, de Alberto Méndez tiene también su punto(la peli es un pestiño), sobre todo uno de los relatos del que no puedo decir nada porque lo destripo. Y tengo ganas de leerme La Mula, de Juan Eslava Galán.

Anónimo dijo...

Gracias Rita.Estoy terminando La voz dormida de Dulce chacon,buen libro.El proximo LA MULA.PIPI.