domingo, 14 de octubre de 2012

Mirando a las musarañas (91) - Helado, gelato, créme glacée, eis.


Una vez que finaliza el verano metereológico le siguen esos días que la voz popular llama veranillo de San Miguel o veranillo del membrillo. Después las heladerías tradicionales y artesanales echan el cierre hasta la nueva temporada a mediados de marzo del año siguiente. Muchos eran los que hacían la temporada y al finalizar volvían a su lugar de origen, que no era otro que la ciudad de Ibi, capital del helado mucho antes que tomara pujanza otra industria por la que también es conocida Ibi, la de los juguetes. Innumerables son las heladerías que  llevan el nombre del gentilicio de la ciudad alicantina, La ibense, santo y seña del helado artesano. Algunos dejaron ese "trasiego" y se afincaron para siempre en el lugar que eligieron para vender su producto.



Siendo niño allá por los años cincuenta del siglo pasado, concretamente el 21 de diciembre de 1959, visitó España por primera vez un presidente de los EE.UU. de America, Dwigt D. Eisenhower  "Ike". Este hecho entonces de gran relevancia supuso el reconocimiento del Régimen franquista en el ámbito internacional y un balón de oxigeno para aquella economía autárquica. No voy a comentar la situación política de aquellos años, por otra parte fríos en cuanto a lo metereológico se refiere. Nada se hablaba del cambio climático, que ahora es una de nuestras pesadillas y que hace que los inviernos sean más templados. Con aquellos fríos, y es lo que me hace escribir este ensayo, me llamó poderosamente la atención el menú que se ofreció al primer mandatario estadounidense en el almuerzo de bienvenida y que fue reflejado en el diario ABC, que se daba cuenta de tan gran acontecimiento.  No llamaron mi atención los entrantes, primeros y segundos platos compuestos de -Consomé al nectar, Lubina del Cantábrico, Silla de ternera de Castilla, con patatas al vapor, platos  por otra parte ausentes en las mesas de la mayoría de los españoles, además todo ello servido en el incomparable marco del Palacio de Oriente. Pero con  aquel frío reflejado en tantas películas de Berlanga y del que puedo dar fe por haberlo padecido, lo que me resultó sorprendente fue el postre, un helado de café. ¡Un helado en pleno mes de diciembre! cuando estaban dando a su fin de temporada las fábricas de turrón y mantecados y los puestos de castañas asadas se encontraban en plena campaña. 

Ahora las grandes Superficies y las multinacionales del helado industrial nos ofrecen el rico helado los trecientos sesenta y cinco días del año, en sus establecimientos que podemos encontrar en nuestras ciudades y pueblos. Son otros tiempos más templados y otro helado.

Por Ricardo Bajo León

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