domingo, 28 de abril de 2013

Mirando a las musarañas (120) - La paciencia.


En estos tiempos que nos han tocado vivir, con las nuevas tecnologías, todo es rápido, impaciente. Vivimos en un mundo de prisas, que está cambiando nuestras vidas. Todo es antónimo a la paciencia. Padecer o soportar algo sin alterarse, es esa virtud llamada paciencia. 

Somos incapaces de esperar, de leer un texto largo, de aguantar en una cola. La satisfacción que nos produce la inmediatez de un correo electrónico, el navegar por la red, tener las noticias y los acontecimientos más lejanos en el tiempo, al alcance de un clic o pulsar una tecla,  aumenta nuestro deseo por lo gratificante de lo rápido.

La paciencia es un árbol de raíces amargas pero de frutos dulces, reza un proverbio persa. Lo amargo, la espera, que si no sabemos controlar, nos llevará a la desesperación. Lo dulce, la recompensa a esa espera sin alterarse. Recientemente he tenido la necesidad de acudir al Servicio de Urgencias del Hospital Carlos Haya. Es un lugar para comprobar el ánimo y la paciencia de quienes desde la entrada en la sala somos adjetivados  con una pegatina en la que se lee Paciente, persona que es o va a ser reconocida médicamente y  que practica la paciencia. Estas son dos acepciones del DRAE.

(foto extraída de aquí)
El dolor es mal consejero para la paciencia. La rapidez de un medicamento en aplacar el dolor es lo que desea el paciente. En esos momentos se te viene a la memoria que la paciencia tiene un limite, en este caso, el del dolor. Sin embargo, la experiencia te hace echar paciencia y dejar pasar el tiempo sin mirar las manecillas del reloj. Qué tiempo de paciencia e impaciencia el vivido por los que hemos hecho la "mili". Cuando hacías guardia te parecía interminable el tiempo, tan solo llevabas cinco minutos y creías estar a punto de terminar la guardia. Y la tardanza en las comunicaciones, una conferencia con el pueblo de al lado tardaba horas. 

Hoy prima lo inmediato, el teléfono móvil, un iPad, una cámara digital...Pese a las nuevas tecnologías,¡Bendita paciencia!

Por Ricardo Bajo León.

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