El postre
Hoy me apetecía de postre unas cuchillas de afeitar oxidadas, se lo había dicho a mi mami. Sí, ya sé que luego me salen granitos en los ojos, pero no me importa, me gustan tanto las cuchillas de afeitar oxidadas, además, luego me exploto los granitos de los ojos con un alfiler y así puedo llorar sangre un rato y dársela a mi hámster que hace tres semanas que sólo come acelgas y las acelgas le estriñen mucho y se infla y tengo que atarle un cordel como si fuera un globo, porque se pone a flotar y un día se lo va a cargar el vecino que está siempre en el balcón con la carabina de perdigones, dispuesto a disparar a los hámters que flotan. Pero mi mami me ha dado un petisuí de fresa que no me he comido porque está asqueroso. Y es que las madres de ahora no son como las de antes, que podías devolverlas a fábrica o cambiarlas por otra si no te hacían tu postre favorito al menos una vez a la semana. Lo siento por mi hámster, y también por mí, están tan ricas las cuchillas de afeitar oxidadas.
1 comentario:
¿Por qué me he acordado de Antonio Segovia cuando he leído el relato?
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